15/09/2015, 22:33
Aquella idea, quizá un poco agresiva por parte de Ichiro había funcionado, el ladrón había salido despedido luego del impacto y había chocado contra una pared un poco distante, la cual le proporcionaría más daño, hasta dejarlo noqueado. El genin se paró en el suelo luego del impacto, a ver como los otros dos malhechores abandonaban el lugar, tras ver la derrota de su jefe.
Una mezcla de sentimientos invadía su cuerpo ahora, la sangre le corría intensamente por las venas y la adrenalina lo hacía respirar rápido aunque no estuviera cansado, y su corazón latía a la par de un reloj que solo señalara lo segundos, pero se sentía victorioso y disfrutaba el momento de haberle dado su merecido a aquellos rufianes. Tras relajarse un poco y erguirse totalmente su brazo empezó a desinflarse como un globo y su estado de ánimo igual, ahora la duda de saber dónde estaba la muchacha volvía a su cabeza hasta que unas palabras le llamaron la atención.
Se giró en sí, notando como Ayame lo miraba con asombro, era totalmente contradictorio a los rumores que había escuchado de ella, es más, en un momento Ichiro pensó que ella reaccionaria ante los maleantes y los detendría en un abrir y cerrar de ojos, pero no, todo el trabajo lo había hecho casi todo él, se sentía mucho más confundido que en su primer encuentro.
Observo a la muchacha por unos segundos, sin decir nada, estaba muy confundido, aunque en su cara no lo reflejaba, sin duda alguna aquella muchacha poseía los poderes, que él había obtenido por herencia, eran Hozukis. Ichiro se paró, soltó un suspiro profundo, que las personas que estuvieran a su alrededor escucharían sin problemas, y luego se desperezo, haciendo tronar su espalda y sus manos. – Si tú eres un monstruo yo soy el Amekage.- dijo casi al viento, con un tono bromista e irónico, mientras se dirigía al ladrón derribado y hurgaba en sus bolsillos.
Al parecer, no había mucho, razón la cual sensatamente habían atacado a unos niños, Ichiro recupero su bolsa y algunas monedas más, camino hasta Ayame en una caminata lenta y embozo una sonrisa, esta vez calmada y más sincera. – Primero creo que deberíamos marcharnos, no sabemos si aquellos dos fueron a buscar ayuda.- señalo con la cabeza – Además, yo también tengo muchas preguntas que hacerte, creo que lo mejor será conversarlo con un ramen.- Ichiro alzo la bolsa de color marrón recientemente recuperada y volvió a sonrreir.
Tenía muchas dudas acerca de la Kunoichi, sin lugar a duda podrían ser parientes, o tal vez había utilizado una técnica similar. No lo sabía, lo que si era cierto, que se sentía un poco más a gusto con la muchacha, esta vez, todo su poder no lo intimidaba para nada.
Una mezcla de sentimientos invadía su cuerpo ahora, la sangre le corría intensamente por las venas y la adrenalina lo hacía respirar rápido aunque no estuviera cansado, y su corazón latía a la par de un reloj que solo señalara lo segundos, pero se sentía victorioso y disfrutaba el momento de haberle dado su merecido a aquellos rufianes. Tras relajarse un poco y erguirse totalmente su brazo empezó a desinflarse como un globo y su estado de ánimo igual, ahora la duda de saber dónde estaba la muchacha volvía a su cabeza hasta que unas palabras le llamaron la atención.
Se giró en sí, notando como Ayame lo miraba con asombro, era totalmente contradictorio a los rumores que había escuchado de ella, es más, en un momento Ichiro pensó que ella reaccionaria ante los maleantes y los detendría en un abrir y cerrar de ojos, pero no, todo el trabajo lo había hecho casi todo él, se sentía mucho más confundido que en su primer encuentro.
Observo a la muchacha por unos segundos, sin decir nada, estaba muy confundido, aunque en su cara no lo reflejaba, sin duda alguna aquella muchacha poseía los poderes, que él había obtenido por herencia, eran Hozukis. Ichiro se paró, soltó un suspiro profundo, que las personas que estuvieran a su alrededor escucharían sin problemas, y luego se desperezo, haciendo tronar su espalda y sus manos. – Si tú eres un monstruo yo soy el Amekage.- dijo casi al viento, con un tono bromista e irónico, mientras se dirigía al ladrón derribado y hurgaba en sus bolsillos.
Al parecer, no había mucho, razón la cual sensatamente habían atacado a unos niños, Ichiro recupero su bolsa y algunas monedas más, camino hasta Ayame en una caminata lenta y embozo una sonrisa, esta vez calmada y más sincera. – Primero creo que deberíamos marcharnos, no sabemos si aquellos dos fueron a buscar ayuda.- señalo con la cabeza – Además, yo también tengo muchas preguntas que hacerte, creo que lo mejor será conversarlo con un ramen.- Ichiro alzo la bolsa de color marrón recientemente recuperada y volvió a sonrreir.
Tenía muchas dudas acerca de la Kunoichi, sin lugar a duda podrían ser parientes, o tal vez había utilizado una técnica similar. No lo sabía, lo que si era cierto, que se sentía un poco más a gusto con la muchacha, esta vez, todo su poder no lo intimidaba para nada.