10/09/2018, 01:44
La cacería dio comienzo, durante una tormentosa noche de Primavera del año 218.
Un trueno ensordecedor dio la partida. El escuadrón danzó a través de las solitarias calles de Amegakure, por sobre sus altos rascacielos, cubiertos por sus oscuras capas que les hacían parecer meras sombras que danzaban por sobre el oscuro abismo que cubría a la aldea. Danzando a pasos agigantados y habilidosos, y cuyo único testigo iba a ser la luna, llena en todo su esplendor, que adornaba lo más alto de cielo nocturno.
La información había sido precisa, y con ella, el plan trazado correspondía a un orden particular en función del poder y las habilidades de cada uno de los implicados. El reducto, según lo que les había contado Kaido, estaba conformado por tres shinobi:
Hōzuki Migoru, Hōzuki Rakon y Hōzuki Yarou.
Migoru era el más nuevo de todos. Su unión al pequeño grupo que durante años tramó el adoctrinamiento de Kaido coincidió con la graduación de éste último, hará un año, aproximadamente. Se trataba de un chunin que llevaba un par de años en el servicio del cargo, y que durante su promoción, había sido una de las grandes promesas. Sin embargo, siempre hubo alguien que aquí o allá le robara el protagonismo. Que diera el golpe final en sus misiones, impidiéndole el mérito y la gloria él. Quizás era el karma, una maldición, o simple infortunio, pero nada, en lo absoluto, acaba saliéndole bien. O, al menos, como así él lo quisiese.
El reducto, sin embargo, vio en Migoru lo que nadie: una necesidad de reconocimiento. Alguien ordenó su reclutamiento, y desde entonces forma parte de las reuniones de clan.
Aún espera el momento en el que las conversaciones de complot dieran lugar. De que fuera capaz de dar uso al arma que tanto se jactaban de controlar. Pero, ese día nunca llegaría. La grandeza, para Hōzuki Migoru, no le tenía un sitio reservado.
Su muerte fue la que más pasó desapercibida. Migoru no dormía, tan sólo daba vueltas en la cama durante una simple noche de insomnio. El filo de la espada de uno de ellos cayó mortífera antes de que pudiera siquiera pensar en convertir su cuerpo en agua, y así las ilusiones de un joven ninja se desparramaron sobre las sábanas en hilos de sangre.
Y; ¿quién era Rakon?
Si le preguntabas a Kaido, él te diría que un verdadero prodigio. Uno de los usuarios más versátiles de su clan en Amegakure. Un jonin. Con una enorme lista de misiones en su haber completadas con éxito, un puesto asegurado en las comitivas de la guardia, y con un posible ascenso a algún escaño mayor si seguía con semejante proyección a futuro. Un tipo que no tenía necesidad alguna de complotar con nadie, de meter la nariz en los asuntos de lo que parecía ser un efímero grupo con un objetivo siquiera definido más que la del control de una Bestia. Y que aún así, ahí estaba, prácticamente desde los inicios, cuando su eterna amada falleció en el parto.
Rakon era un muy buen amigo de la madre de Kaido. Nanabi y él compartieron graduación de genin, haría unos 15 años atrás; y se enamoró perdidamente de aquella hermosa niña de cabellos azules desde el primer momento en el que la vio en la academia. Ella, sin embargo, nunca le prestó atención.
Y acabó casándose con otro.
Aquello le dolió cuanto no tenéis idea. Hasta esa noche, no dejó de dolerle. Y, quizás, creyó algún día iba a lograr que su amor fuera correspondido aunque ella no estuviera más, si se inmiscuía en los turbulentos asuntos de su familia, y de quien fuera su hijo, además.
Quién diría que una razón tan endeble le llevaría a un esquivo final, durante el cual dio la pelea que sólo él podía dar. Kuriningu tuvo que sudar la gota gorda para hacerle caer, aunque el esfuerzo conjunto de el escuadrón acabó por ganar a la perseverancia de quien fallecería por el vívido recuerdo de un amor imposible y perdido.
. . .
Sin testigos, ni peros, o por qués. Cayeron uno a uno. Como moscas. Bañando las hojas de asesinos que tenían la potestad de juzgar con su espada, sin tener que ser juzgados ellos.
Aunque, aún quedaba uno de ellos. Y, según Kaido, el más importante de todos.
Su maestro.