10/09/2018, 02:01
Era un olor claustrofóbico y nauseabundo el que les inundaba la nariz.
Como no podía ser otra forma, cuando el equipo de exterminio se encontraba transitando a través de los canales subterráneos que hacían vida bajo la urbe de Amegakure. Kilómetros y rutas de cañerías, tubos hidráulicos y complejos sistemas de hidroabastecimiento que hacían conexión con las distintas plantas repartidas a lo largo y ancho de la aldea.
Era un laberinto complejo y a la par de adecuado para el escondrijo de cualquier ratero. Los Hōzuki habían explotado aquella funcionalidad y la llevaron a otro nivel, sin embargo, estableciendo algún ducto industrial como su refugio permanente. Bien escondido, alejado de la superficie, y de difícil acceso. El lugar perfecto y adecuado para que sus pocos efectivos pudieran tramar, si hacía falta, sin que nadie sospechara de ellos.
Kaido, sin mapa en mano; guió a Kurīningu hasta una desviación. Tras unos tres cruces, los cuatro acabaron sobre una pared de hormigón que pasaría totalmente desapercibida de no tener sobre ella, grabada, el símbolo del clan Hōzuki. En el epicentro de aquella lámpara de demonio, un agujero del tamaño de un puño, que se introducía en las rendijas del mural y se perdía sino se iluminaba hacia adentro.
—Es aquí —dijo, para que se detuvieran—. apartaos un poco.
El gyojin alzó su mano y cargó su extremidad de chakra, invocando su habilidad de clan más insigne. Para los ANBU no fue difícil imaginar el por qué Kaido movía su brazo hasta aquel agujero, y aunque tuviesen alguna duda, pronto sus sospechas se confirmarían.
El agua comenzó a emanar de su pie, y más pronto que tarde, su brazo dejó de serlo para convertirse en un constante torrente que comenzó a llenar aquella rendija. El agua se perdió entre el compartimiento oculto, y en el momento exacto cuando el nivel rozó sus límites de soporte, un ligero crack anunció el destrabamiento de un inconfundible sistema de cerrado.
Kaido sacó el codo, a medio formar, y observó lo que había presenciado ya un millón de veces.
La pared se movió como un pasadizo secreto. El concreto se separó como si se tratase de una simple puerta corrediza, dejando caer birutas de piedra y polvo por doquier, dejando entonces un vacío oscuro que se perdía en otro túnel cementado que de a poco se iba iluminando con pequeñas linternas anaranjadas con forma de alquequenje.
—Habéis invertido la buena, ¿no?
—Y más. Habrán tenido que sobornar al consejo de infraestructura para poder meterle mano a esta zona. Otra cosa que reportar a Yui-sama.
—Avancemos.
Todos se introdujeron al pasadizo y avanzaron con las linternas como guía. El mural se cerró tras ellos, y poco después dieron con un complejo mediano, adornado de accesorios metálicos y varias habitaciones. En el centro, una mesa de reuniones y planos de rutas, anotaciones y pergaminos antiguos desparramados por doquier. Lucía como un lugar que no se usaba en mucho tiempo.
—Aquí nos solíamos reunir, hace algunos años. Era el lugar predilecto de los míos para entrenarme, o tener cualquier tipo de conversación que no pudiera tener lugar en la superficie. Lo dejamos de usar hace un tiempo después de que me gradué. Lo habíamos creído comprometido, pero a fin de cuentas fueron simples sospechas infundadas.
—¿Y por qué citarlo a él a este lugar olvidado, y no matarlo en su lugar habitual de residencia?
—Porque es demasiado fuerte, y muy listo. No tendríamos éxito en un espacio abierto, le sería jodidamente sencillo destapar nuestro subterfugio. Lo mejor será enfrentarlo donde no quepa duda de que sea cual sea el resultado, ésto quedará entre nosotros.
—¿Y cuál va a ser, sino? —soltó una risilla—. ¡su muerte, claro! ¿o es que estas dudando, Kaido-kun?
—Está siendo honesto. ¿O no te has molestado siquiera en leer el expediente de Hōzuki Yarou, eh, Kazan?
»un héroe de guerra. Ni una sola misión fallida en toda su carrera. Está en otro nivel que los caídos. Yo me andaría con más cuidado de ser tú.
—Humpf
El sonido atronador de la entrada, inundando nuevamente el tugurio.
El último invitado a la danza de espadas había llegado.
Kaido empuñó fuerte a Nokomizuchi, y aguardó. Con un nudo en la garganta.
Como no podía ser otra forma, cuando el equipo de exterminio se encontraba transitando a través de los canales subterráneos que hacían vida bajo la urbe de Amegakure. Kilómetros y rutas de cañerías, tubos hidráulicos y complejos sistemas de hidroabastecimiento que hacían conexión con las distintas plantas repartidas a lo largo y ancho de la aldea.
Era un laberinto complejo y a la par de adecuado para el escondrijo de cualquier ratero. Los Hōzuki habían explotado aquella funcionalidad y la llevaron a otro nivel, sin embargo, estableciendo algún ducto industrial como su refugio permanente. Bien escondido, alejado de la superficie, y de difícil acceso. El lugar perfecto y adecuado para que sus pocos efectivos pudieran tramar, si hacía falta, sin que nadie sospechara de ellos.
Kaido, sin mapa en mano; guió a Kurīningu hasta una desviación. Tras unos tres cruces, los cuatro acabaron sobre una pared de hormigón que pasaría totalmente desapercibida de no tener sobre ella, grabada, el símbolo del clan Hōzuki. En el epicentro de aquella lámpara de demonio, un agujero del tamaño de un puño, que se introducía en las rendijas del mural y se perdía sino se iluminaba hacia adentro.
—Es aquí —dijo, para que se detuvieran—. apartaos un poco.
El gyojin alzó su mano y cargó su extremidad de chakra, invocando su habilidad de clan más insigne. Para los ANBU no fue difícil imaginar el por qué Kaido movía su brazo hasta aquel agujero, y aunque tuviesen alguna duda, pronto sus sospechas se confirmarían.
El agua comenzó a emanar de su pie, y más pronto que tarde, su brazo dejó de serlo para convertirse en un constante torrente que comenzó a llenar aquella rendija. El agua se perdió entre el compartimiento oculto, y en el momento exacto cuando el nivel rozó sus límites de soporte, un ligero crack anunció el destrabamiento de un inconfundible sistema de cerrado.
Kaido sacó el codo, a medio formar, y observó lo que había presenciado ya un millón de veces.
La pared se movió como un pasadizo secreto. El concreto se separó como si se tratase de una simple puerta corrediza, dejando caer birutas de piedra y polvo por doquier, dejando entonces un vacío oscuro que se perdía en otro túnel cementado que de a poco se iba iluminando con pequeñas linternas anaranjadas con forma de alquequenje.
—Habéis invertido la buena, ¿no?
—Y más. Habrán tenido que sobornar al consejo de infraestructura para poder meterle mano a esta zona. Otra cosa que reportar a Yui-sama.
—Avancemos.
Todos se introdujeron al pasadizo y avanzaron con las linternas como guía. El mural se cerró tras ellos, y poco después dieron con un complejo mediano, adornado de accesorios metálicos y varias habitaciones. En el centro, una mesa de reuniones y planos de rutas, anotaciones y pergaminos antiguos desparramados por doquier. Lucía como un lugar que no se usaba en mucho tiempo.
—Aquí nos solíamos reunir, hace algunos años. Era el lugar predilecto de los míos para entrenarme, o tener cualquier tipo de conversación que no pudiera tener lugar en la superficie. Lo dejamos de usar hace un tiempo después de que me gradué. Lo habíamos creído comprometido, pero a fin de cuentas fueron simples sospechas infundadas.
—¿Y por qué citarlo a él a este lugar olvidado, y no matarlo en su lugar habitual de residencia?
—Porque es demasiado fuerte, y muy listo. No tendríamos éxito en un espacio abierto, le sería jodidamente sencillo destapar nuestro subterfugio. Lo mejor será enfrentarlo donde no quepa duda de que sea cual sea el resultado, ésto quedará entre nosotros.
—¿Y cuál va a ser, sino? —soltó una risilla—. ¡su muerte, claro! ¿o es que estas dudando, Kaido-kun?
—Está siendo honesto. ¿O no te has molestado siquiera en leer el expediente de Hōzuki Yarou, eh, Kazan?
»un héroe de guerra. Ni una sola misión fallida en toda su carrera. Está en otro nivel que los caídos. Yo me andaría con más cuidado de ser tú.
—Humpf
El sonido atronador de la entrada, inundando nuevamente el tugurio.
El último invitado a la danza de espadas había llegado.
Kaido empuñó fuerte a Nokomizuchi, y aguardó. Con un nudo en la garganta.