11/09/2018, 16:31
Como todos los Hiyoubi, Bayashi Hida aguardaba detrás del mostrador de la recepción. Era un hombre con una historia legendaria, si es que uno se la creía. Daruu se la creía, porque si fuera un simple fanfarrón llevaría una espada bien grande y no aquél diminuto cuchillo, con el que el muchacho se preguntaba si sabría hacer cabriolas parecidas a las que había oído sobre los samuráis del País del Hierro.
Hida respondió afirmativamente y le felicitó por su ascenso a chuunin. Daruu inclinó la cabeza ligeramente en señal de despedida.
—Muchas gracias, Bayashi-san. Todavía pienso que no lo merezco. —Pero se esforzaba día a día para hacer honor a su placa. Se afanó por tomar la vía directa hacia el ascensor.
Durante la subida, Daruu se observó al espejo y se ajustó el cinto, que llevaba la placa de shinobi. Puso bien derecha la que le identificaba como chuunin. Intentó arreglarse el pelo. Sin éxito.
Piiing. Las puertas del ascensor se abrieron en el último piso.
Daruu había oído hablar del mal carácter de Yui, de múltiples bocas. Pero su madre le había insistido en que era una buena persona, y que simplemente no toleraba las faltas de respeto. Se cuidaría muy bien de no dar una mala impresión. Se sorprendió a sí mismo encontrándose tan sereno y tranquilo, la verdad. Si se lo hubiera contado a Ayame, seguramente se habría echado a llorar arrodillada pidiéndole que no fuese a la Torre.
Rió por lo bajo al final del penumbroso pasillo al imaginar esa situación.
Toc, toc, toc, llamó a la puerta. La abrió, y pasó dentro. Se dio la vuelta y la cerró tras de sí. Caminó hasta encontrarse a medio camino de la salida y su líder. Se cuadró, y luego clavó una rodilla en tierra en una reverencia.
—Yui-sama. Amedama Daruu al habla. Querría hablar con usted sobre un asunto que me preocupa.
Hida respondió afirmativamente y le felicitó por su ascenso a chuunin. Daruu inclinó la cabeza ligeramente en señal de despedida.
—Muchas gracias, Bayashi-san. Todavía pienso que no lo merezco. —Pero se esforzaba día a día para hacer honor a su placa. Se afanó por tomar la vía directa hacia el ascensor.
Durante la subida, Daruu se observó al espejo y se ajustó el cinto, que llevaba la placa de shinobi. Puso bien derecha la que le identificaba como chuunin. Intentó arreglarse el pelo. Sin éxito.
Piiing. Las puertas del ascensor se abrieron en el último piso.
Daruu había oído hablar del mal carácter de Yui, de múltiples bocas. Pero su madre le había insistido en que era una buena persona, y que simplemente no toleraba las faltas de respeto. Se cuidaría muy bien de no dar una mala impresión. Se sorprendió a sí mismo encontrándose tan sereno y tranquilo, la verdad. Si se lo hubiera contado a Ayame, seguramente se habría echado a llorar arrodillada pidiéndole que no fuese a la Torre.
Rió por lo bajo al final del penumbroso pasillo al imaginar esa situación.
Toc, toc, toc, llamó a la puerta. La abrió, y pasó dentro. Se dio la vuelta y la cerró tras de sí. Caminó hasta encontrarse a medio camino de la salida y su líder. Se cuadró, y luego clavó una rodilla en tierra en una reverencia.
—Yui-sama. Amedama Daruu al habla. Querría hablar con usted sobre un asunto que me preocupa.