18/09/2015, 21:21
Juro observó el panorama que tenía a continuación. La anciana les ofrecía el ir a su casa, tomar algo y reposar un poco. Yota no parecía del todo convencido, pero por otra parte, no fue un no rotundo. Le dejo la capacidad de decisión a él.
"No tenemos prisa... Y así Yota podría descansar. La mujer no parece mala, y ha visto como matabamos al oso. No creo que intente nada..."
El viento empezó a soplar otra vez, moviendo las ramas de los árboles cercanos. Juro tomó una decisión, esperando que su compañero no se pusiese en contra. Ya suponía que no lo haría.
- Esta bien, pues entraremos, lo justo para recuperarnos del camino - dijo, seriamente.
La anciana asintió, y se dirigió a la aglomeración de arbustos que acechaba por la zona. Se volvió, les hizo una señal, y se adentró en ellos. Juro la siguió, asegurandose de que Yota le seguiía también y entró. Paso por una maraña de arbustos, hasta llegar a una puerta que en sus tiempos fue azulada, pero se ahora se encontraba vieja y sin pintura. Estaba abierta, y en ella estaba la anciana.
La casa era igual de vieja y ruinosa que la puerta, pero estaba en pie. No había si quiera un pasillo, entraba directamente en una estancia conformada por varias sillas, una especie de sofa roto y viejo, y una mesa de madera. Las paredes eran blancas, y había surcos y grietas en ellas. Juro pudo ver que había una habitación contigua. Pero lo que le llamó la atención era que había dos personas en frente suyo, vueltas.
Uno era alto, incluso más alto que él. Sus manos parecían estar sobre su regazo, y llevaba unos pantalones azulados y una camiseta de cuadros. Tenía poco pelo, una gran calva. Su piel era extraña, vieja y reseca, ennegrecida. El de al lado presentaba las mismas características, pero era más joven, quizá tuviese unos veinte años. Estaba sentado en la silla, imitando la postura del de al lado.
"¿Que diablos les pasa en el cuello? - se preguntó, viendo la piel reseca. Un momento... ¿Algo de piel estaba colgando? ¿No faltaba algo ahí?
Pudo notar un olor penetrante. Un olor horrible a algo podrido, a algo... Muerto.
- ¡Hiroshi! ¡Ya estoy de vuelta¡ - le saludó, en frente del marido. Además, le dio un beso en la mejilla - ¿Aún no te has levantado del sofá? ¡Kano, deja de vaguear!
Debajo de ambas sillas, había manchas rojizas en el suelo. Sangre seca.
La mujer se volvió hacia el cuerpo del hijo, y lo sacudió levemente. La cabeza se movió, se movió mucho. Parecía tener el cuello roto. Juro se quedó quieto, mirando lo que estaba pasando, con la boca abierta. La mujer pareció mirarles otra vez. Ahora sus ojos no parecían emblematicos ni misteriosos, irradiaban miedo, desesperación.
- Tendreís que disculparme chicos, son muy vagos, no se levantan nunca - dijo la mujer, con total naturalidad, como si nada estuviese pasando - Como sigan así, se les va a quedar el culo cuadrado.
La mujer empezó a reir por su invención. Era una risa loca, que a Juro le puso los pelos de punta. Una lagrima recorrió su mejilla mientras reía, pero no parecía pasar nada. Juro ahogó un grito, aun mirando lo que estaba pasando. Estaban muertos, los dos. Pero la mujer les trataba con tanta dedicación...
- No os quedeis ahí, pasad y presentaos - les dijo la mujer, cuando se hubo recuperado - Voy a por algo de beber. ¿Que queréis?
"No tenemos prisa... Y así Yota podría descansar. La mujer no parece mala, y ha visto como matabamos al oso. No creo que intente nada..."
El viento empezó a soplar otra vez, moviendo las ramas de los árboles cercanos. Juro tomó una decisión, esperando que su compañero no se pusiese en contra. Ya suponía que no lo haría.
- Esta bien, pues entraremos, lo justo para recuperarnos del camino - dijo, seriamente.
La anciana asintió, y se dirigió a la aglomeración de arbustos que acechaba por la zona. Se volvió, les hizo una señal, y se adentró en ellos. Juro la siguió, asegurandose de que Yota le seguiía también y entró. Paso por una maraña de arbustos, hasta llegar a una puerta que en sus tiempos fue azulada, pero se ahora se encontraba vieja y sin pintura. Estaba abierta, y en ella estaba la anciana.
La casa era igual de vieja y ruinosa que la puerta, pero estaba en pie. No había si quiera un pasillo, entraba directamente en una estancia conformada por varias sillas, una especie de sofa roto y viejo, y una mesa de madera. Las paredes eran blancas, y había surcos y grietas en ellas. Juro pudo ver que había una habitación contigua. Pero lo que le llamó la atención era que había dos personas en frente suyo, vueltas.
Uno era alto, incluso más alto que él. Sus manos parecían estar sobre su regazo, y llevaba unos pantalones azulados y una camiseta de cuadros. Tenía poco pelo, una gran calva. Su piel era extraña, vieja y reseca, ennegrecida. El de al lado presentaba las mismas características, pero era más joven, quizá tuviese unos veinte años. Estaba sentado en la silla, imitando la postura del de al lado.
"¿Que diablos les pasa en el cuello? - se preguntó, viendo la piel reseca. Un momento... ¿Algo de piel estaba colgando? ¿No faltaba algo ahí?
Pudo notar un olor penetrante. Un olor horrible a algo podrido, a algo... Muerto.
- ¡Hiroshi! ¡Ya estoy de vuelta¡ - le saludó, en frente del marido. Además, le dio un beso en la mejilla - ¿Aún no te has levantado del sofá? ¡Kano, deja de vaguear!
Debajo de ambas sillas, había manchas rojizas en el suelo. Sangre seca.
La mujer se volvió hacia el cuerpo del hijo, y lo sacudió levemente. La cabeza se movió, se movió mucho. Parecía tener el cuello roto. Juro se quedó quieto, mirando lo que estaba pasando, con la boca abierta. La mujer pareció mirarles otra vez. Ahora sus ojos no parecían emblematicos ni misteriosos, irradiaban miedo, desesperación.
- Tendreís que disculparme chicos, son muy vagos, no se levantan nunca - dijo la mujer, con total naturalidad, como si nada estuviese pasando - Como sigan así, se les va a quedar el culo cuadrado.
La mujer empezó a reir por su invención. Era una risa loca, que a Juro le puso los pelos de punta. Una lagrima recorrió su mejilla mientras reía, pero no parecía pasar nada. Juro ahogó un grito, aun mirando lo que estaba pasando. Estaban muertos, los dos. Pero la mujer les trataba con tanta dedicación...
- No os quedeis ahí, pasad y presentaos - les dijo la mujer, cuando se hubo recuperado - Voy a por algo de beber. ¿Que queréis?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60