21/09/2018, 23:45
Los genin corrieron y saltaron dando largas zancadas a lo largo de la aldea hasta que finalmente llegaron a sus puertas. Allí Daigo agradeció los segundos de descanso y aprovechó para leer el pergamino luego de que el guardia le dejara paso, dejando que Etsu se adelantara un poco.
«Dios...»
Una sensación de preocupación y emoción recorrió su cuerpo enseguida. Por un lado había alguien en peligro, pero por otro lado podrían ayudarla... demonios, ahora estaba nervioso.
Se apresuró en seguir a su compañero hasta pillarle el ritmo, pero ahora se notaba algo diferente, pues en su rostro se mostraba una sonrisa.
No se trataba para nada de una sonrisa ni mucho menos, tampoco sonreía por emoción, más bien se trataba de una sonrisa cargada de nervios, pero a su vez era lo que le ayudaba a mantener la calma, a autoconvencerse de que podrían hacerlo bien.
Ahora la seguridad de una persona estaba en juego, debían hacerlo bien.
En cuanto se encontraron con Shakkin, su cliente, ambos chicos pudieron comprobar enseguida que su rostro había pasado por tiempos mejores.
Daigo no se molestó en preguntar en aquel instante, aunque le preocupaba el estado de aquel hombre, sabía que probablemente él se preocupaba más por su hija. Preguntarle por sus heridas no era la pregunta más adecuada.
Luego de las presentaciones y de que Etsu se disculpara por los tres, Daigo le tendió el pergamino a su compañero sin girarse mientras se dirigía a Shakkin.
—Yo soy Tsukiyama Daigo, encantado —se presentó, sonriendo con amabilidad—, ¿tiene algún plan, algo en concreto que debamos saber antes de empezar?
«Dios...»
Una sensación de preocupación y emoción recorrió su cuerpo enseguida. Por un lado había alguien en peligro, pero por otro lado podrían ayudarla... demonios, ahora estaba nervioso.
Se apresuró en seguir a su compañero hasta pillarle el ritmo, pero ahora se notaba algo diferente, pues en su rostro se mostraba una sonrisa.
No se trataba para nada de una sonrisa ni mucho menos, tampoco sonreía por emoción, más bien se trataba de una sonrisa cargada de nervios, pero a su vez era lo que le ayudaba a mantener la calma, a autoconvencerse de que podrían hacerlo bien.
Ahora la seguridad de una persona estaba en juego, debían hacerlo bien.
En cuanto se encontraron con Shakkin, su cliente, ambos chicos pudieron comprobar enseguida que su rostro había pasado por tiempos mejores.
Daigo no se molestó en preguntar en aquel instante, aunque le preocupaba el estado de aquel hombre, sabía que probablemente él se preocupaba más por su hija. Preguntarle por sus heridas no era la pregunta más adecuada.
Luego de las presentaciones y de que Etsu se disculpara por los tres, Daigo le tendió el pergamino a su compañero sin girarse mientras se dirigía a Shakkin.
—Yo soy Tsukiyama Daigo, encantado —se presentó, sonriendo con amabilidad—, ¿tiene algún plan, algo en concreto que debamos saber antes de empezar?
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.