22/09/2018, 23:21
Poco después de Etsu y Akane, llegó Daigo. Se había entretenido un poco por alguna razón, quizás incluso había leído el pergamino. Sin embargo, el Inuzuka no había caído en cuenta, dado que lo más importante en ese momento había sido alcanzar al objetivo, ante el cuál por fin estaban. El hombre comentó que igualmente estaba encantado de conocerlos, con aparentes prisas.
Entre tanto, Daigo entregó al Inuzuka el pergamino. Éste lo tomó, y comenzó a leerlo para sí en lo que Daigo preguntaba si éste tenía un plan o alguna idea de qué hacer. Aparentemente nervioso, y casi ofuscado, el hombre contestó que eran ellos los que habían de tener un plan. Para eso les pagaba. Razón no les faltaba, pero hasta el momento tan solo tenían la poca información de que tenían que reunirse con él... era ahora que podían comprender un poco mejor las cosas, leyendo al fin el contenido de la misión.
El hombre no tardó en retractarse, pidiendo perdón por su comportamiento. Habían secuestrado a su hija, y aunque una excusa es una excusa, era normal que se encontrase tan nervioso e iracundo. Los labios le temblaban, al igual que las piernas.
—Tranquilo, le ayudaremos a recuperar a su hija —afirmó mas que convencido el Inuzuka, tras lo cuál guardó el pergamino en el portaobjetos.
Shakkin buscó por un momento entre sus pertenencias, y sacó de una mochila una camiseta blanca. Sin demora, anunció que le dijeron de entregar esa prenda al rastreador, el cuál asumió que era Etsu. Comentó que se trataba de una prenda de su hija, y que le habían dicho que sería de ayuda.
Etsu se adelantó hasta poder alcanzar la prenda, y la agarró con su diestra —si, con ésto será suficiente para oler su rastro. Le informaron bien de los Inuzuka.
El hombre no perdió tiempo, y montó sobre su caballo. Inquirió que no había tiempo que perder, que debían salir lo antes posible en pos de encontrar a la chica. Etsu aprovechó para concentrarse por un instante, acercó la camiseta hacia su rostro, y la olisqueó varias veces. Bajó por un instante la prenda, y volvió a respingar buscando el aroma en el aire. Antes de dejarse llevar a lo loco, volvió a oler la prenda, y repitió el proceso. Quizás con eso era suficiente.
—Esta bien, ¡vamos allá! —anunció el rastas.
Sin demora, tomaría la cabeza en la expedición de búsqueda. El hombre y su caballo serían quizás un poco problemáticos si no llegaban a coordinar, así pues, con una mera mirada informó a Akane de que vigilase desde la retaguardia, por si algo le pasaba al hombre y caía del equino. Éste no se dispondría demasiado lejos del hombre, a apenas un metro o dos de distancia a lo sumo.
Entre tanto, Daigo entregó al Inuzuka el pergamino. Éste lo tomó, y comenzó a leerlo para sí en lo que Daigo preguntaba si éste tenía un plan o alguna idea de qué hacer. Aparentemente nervioso, y casi ofuscado, el hombre contestó que eran ellos los que habían de tener un plan. Para eso les pagaba. Razón no les faltaba, pero hasta el momento tan solo tenían la poca información de que tenían que reunirse con él... era ahora que podían comprender un poco mejor las cosas, leyendo al fin el contenido de la misión.
El hombre no tardó en retractarse, pidiendo perdón por su comportamiento. Habían secuestrado a su hija, y aunque una excusa es una excusa, era normal que se encontrase tan nervioso e iracundo. Los labios le temblaban, al igual que las piernas.
—Tranquilo, le ayudaremos a recuperar a su hija —afirmó mas que convencido el Inuzuka, tras lo cuál guardó el pergamino en el portaobjetos.
Shakkin buscó por un momento entre sus pertenencias, y sacó de una mochila una camiseta blanca. Sin demora, anunció que le dijeron de entregar esa prenda al rastreador, el cuál asumió que era Etsu. Comentó que se trataba de una prenda de su hija, y que le habían dicho que sería de ayuda.
Etsu se adelantó hasta poder alcanzar la prenda, y la agarró con su diestra —si, con ésto será suficiente para oler su rastro. Le informaron bien de los Inuzuka.
El hombre no perdió tiempo, y montó sobre su caballo. Inquirió que no había tiempo que perder, que debían salir lo antes posible en pos de encontrar a la chica. Etsu aprovechó para concentrarse por un instante, acercó la camiseta hacia su rostro, y la olisqueó varias veces. Bajó por un instante la prenda, y volvió a respingar buscando el aroma en el aire. Antes de dejarse llevar a lo loco, volvió a oler la prenda, y repitió el proceso. Quizás con eso era suficiente.
—Esta bien, ¡vamos allá! —anunció el rastas.
Sin demora, tomaría la cabeza en la expedición de búsqueda. El hombre y su caballo serían quizás un poco problemáticos si no llegaban a coordinar, así pues, con una mera mirada informó a Akane de que vigilase desde la retaguardia, por si algo le pasaba al hombre y caía del equino. Éste no se dispondría demasiado lejos del hombre, a apenas un metro o dos de distancia a lo sumo.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~