5/10/2018, 20:40
Cuando Daigo se acercó al mostrador, vio ante sí a una figura imponente. Incluso sentado, le miraba desde lo alto. Era enorme, tan enorme que, cuando se levantó, el elevado techo del edificio parecía de pronto bajo. Tenía una melena canosa y larga, tan solo comparable a su barba, tan basta y frondosa que le llegaba hasta el pecho. Tenía troncos por brazos y una caja torácica que amenazaba con despedazar el chaleco jounin que le cubría cada vez que tomaba aire. Le habían dado la talla XXL, y aun así se habían quedado cortos.
Las múltiples cicatrices que rasgaban su piel denotaban que su aspecto no solo era de adorno. Le había dado uso en batalla, y de ahí su apodo: Shiten el Acaparador. Pero esa, era otra historia.
—¡Daigo-kun! ¡Cuánto tiempo! —se alegró al reconocerle. Rodeó el mostrador y palmeó delicadamente a su Genin. Daigo sintió como si le hubiesen dado un martillazo en plena espalda, que hasta por un momento le cortó la respiración—. ¡Maldita sea, Daigo, te dije la última vez que tenías que ponerte en forma!
Las múltiples cicatrices que rasgaban su piel denotaban que su aspecto no solo era de adorno. Le había dado uso en batalla, y de ahí su apodo: Shiten el Acaparador. Pero esa, era otra historia.
—¡Daigo-kun! ¡Cuánto tiempo! —se alegró al reconocerle. Rodeó el mostrador y palmeó delicadamente a su Genin. Daigo sintió como si le hubiesen dado un martillazo en plena espalda, que hasta por un momento le cortó la respiración—. ¡Maldita sea, Daigo, te dije la última vez que tenías que ponerte en forma!