No era un día más para Geki en la ciudad, caminaba por las calles observando las diferentes tiendas, casas y edificaciones, sólo el ruido del murmullo de la gente lo acompañaba, había una feria cerca y los alrededores estaban un poco congestionados de peatones. Caminó por un rato, para entretenerse cuando veía una casa que le llamaba la atención le gustaba jugar a imaginarse como sería por dentro, pero esta vez no podía perder mucho tiempo con sus manías, ya que esta vez estaba buscando el edificio más alto de Kusagakure y no sólo eso, sino también el más importante: el edificio del Morikage.
Le habían indicado que sería fácil de diferenciar, que al ir aproximándose al camino indicado lo notaría enseguida. Y así fue, una torre colosal nada complicada de ver de lejos, que, aunque respetaba la fachada de las casas vecinas le llevaba varios metros de altura. Una sonrisa confiada se dibujó en la cara del genin, como quien pacientemente espera pescar un pez y lo consigue. El joven camino hasta la puerta, sus ojos estaban pegados a la facha, admiraba cada pliegue de la ventana, los detalles en los que habían incurrido los arquitectos para embellecer el lugar y el gigantesco logo de Kusagakure, el mismo que llevaba en la frente y por un momento sintió que pertenecía a la mejor aldea del mundo.
Al encontrarse con la puerta de frente la observó por un momento, se dio cuenta que no estaba con llave, es más, ni siquiera estaba cerrada, estaba apenas recostada una sobre la otra, como si alguien hubiera entrado y hubiera empujado la puerta hacia atrás suponiendo que se cerraría sola. Geki, que dio un suspiro antes de entrar empujo las puertas suavemente y se adentró al recinto.
Dentro, se dirigió con las primeras personas que encontró allí sentadas, parecía ser la recepción. –Vengo a ver al Morikage. Se limitó a decir.
Le habían indicado que sería fácil de diferenciar, que al ir aproximándose al camino indicado lo notaría enseguida. Y así fue, una torre colosal nada complicada de ver de lejos, que, aunque respetaba la fachada de las casas vecinas le llevaba varios metros de altura. Una sonrisa confiada se dibujó en la cara del genin, como quien pacientemente espera pescar un pez y lo consigue. El joven camino hasta la puerta, sus ojos estaban pegados a la facha, admiraba cada pliegue de la ventana, los detalles en los que habían incurrido los arquitectos para embellecer el lugar y el gigantesco logo de Kusagakure, el mismo que llevaba en la frente y por un momento sintió que pertenecía a la mejor aldea del mundo.
Al encontrarse con la puerta de frente la observó por un momento, se dio cuenta que no estaba con llave, es más, ni siquiera estaba cerrada, estaba apenas recostada una sobre la otra, como si alguien hubiera entrado y hubiera empujado la puerta hacia atrás suponiendo que se cerraría sola. Geki, que dio un suspiro antes de entrar empujo las puertas suavemente y se adentró al recinto.
Dentro, se dirigió con las primeras personas que encontró allí sentadas, parecía ser la recepción. –Vengo a ver al Morikage. Se limitó a decir.