11/10/2018, 19:07
Hacia ya bastante tiempo que Higeki vivía bajo la tutela de Ai, tiempo en el que habían sucedido muchos cambios en las vidas de ambos, Higeki estaba comenzando a sentir la libertad por primera vez, sin estar todo el rato vigilado. Si se quedaba solo en aquella casa no pasaba nada e incluso si salia sin avisar nadie iba a buscarle y cuando volvía a la misma nadie le sometía a un interrogatorio. Junto a esta sensación de libertad también se había añadido otra, la de la disciplina. Todos los días debía entrenar las distintas habilidades que poseían los ninjas, desde las técnicas propias que le enseñaba Ai hasta a lanzar shurikens de forma correcta.
Aquel día lluvioso, como solía ser costumbre en Amegakure, Higeki esperaba una sorpresa. Hacia tiempo que Ai iba diciéndole que pronto iba a tener una sorpresa, hasta que, unos días antes le confirmo que seria hoy el día en el que la recibiría. EL joven pensaba en que podría ser libros, o quizás, le enseñaría alguna técnica nueva o algo por el estilo. Pero no podía estar mas alejado de la realidad, pues la sorpresa que le tenia preparada era bien diferente.
El joven se encontraba realizando sus ultimas practicas de meditación cuando escucho la puerta del piso abrirse, cosa que, debido a la sorpresa que esperaba, rompió su concentración y le hizo levantarse de un salto. Camino hacía fuera de aquella pequeña habitación que usaba para entrenar y después se dirigió por el largo pasillo hacia la entrada, donde se encontraba Ai cerrando la puerta. Nada mas verla una sonrisa tímida afloró en el rostro del joven.
La mujer se tornó hacia el joven mostrando una sonrisa amable mientras ocultaba detrás de su espalda un objeto, sujeto por ambas manos. Cuando Higeki, con cierta inocencia se acerco para saber que era, la mujer se aparto con un rápido movimiento y le impidió verlo al tiempo que soltaba una risa bastante dulce.
—No, no...aun no puedes verlo.— Dijo la mujer con cierta diversión.— Antes tienes que enseñarme si ya te sale bien usar el byakugan y luego te dejare verlo.
El joven al escucharla emitió un leve quejido, casi infantil, pero aun con la queja asintió suavemente con la cabeza.
—Si, ahora voy.—Afirmo no muy convencido. Instantes después cerro los ojos y los volvió a abrir, mostrando el byakugan en ellos, pero para cuando lo hizo la mujer que tenia delante tenia las manos vaciás y había un objeto volando por los aires, cayendo cerca de la espalda del joven.
—Rápido Higeki, agarralo.— Ordeno la mujer. Ante aquello el chico reacciono rápidamente y tomo aquel objeto, casi de forma automática.—Bien.—continuó diciendo la mujer antes de sonreirle con bastante suavidad por segunda vez.—Pero aun te falta un poco más para dominar el byakugan, tendrás que seguir practicando, pero antes abre el pergamino.
El joven tomo el pergamino y comenzó a leerlo. A medida que avanzaban las palabras por su mente su inseguridad aumentaba, sin duda alguna aquello era una misión y él nunca antes había realizado ninguna, cosa que lo ponía extremadamente nervoso. Al terminar de leer dirigió la mirada hacia la mujer y le tendió le pergamino.
—Pe-pero esto es una misión.—Dijo con visible nerviosismo antes de que Ai rechazara el pergamino con la mano y se lo devolviese a él.
—Si y es tu misión, así que ves preparándote para partir chiquitín.—Le contesto ella con una sonrisa antes de comenzar a empujar hacia fuera dela casa con suavidad pero a la vez con firmeza.
Al encontrarse el joven fuera de la casa a base de empujones y al saber que no podía rechazar aquella misión, Higeki comenzó a caminar hacia la salida del edificio, para, nada más salir poner dirección a la entrada de la aldea, con el fin de reunirse con sus compañeros.
Aquel día lluvioso, como solía ser costumbre en Amegakure, Higeki esperaba una sorpresa. Hacia tiempo que Ai iba diciéndole que pronto iba a tener una sorpresa, hasta que, unos días antes le confirmo que seria hoy el día en el que la recibiría. EL joven pensaba en que podría ser libros, o quizás, le enseñaría alguna técnica nueva o algo por el estilo. Pero no podía estar mas alejado de la realidad, pues la sorpresa que le tenia preparada era bien diferente.
El joven se encontraba realizando sus ultimas practicas de meditación cuando escucho la puerta del piso abrirse, cosa que, debido a la sorpresa que esperaba, rompió su concentración y le hizo levantarse de un salto. Camino hacía fuera de aquella pequeña habitación que usaba para entrenar y después se dirigió por el largo pasillo hacia la entrada, donde se encontraba Ai cerrando la puerta. Nada mas verla una sonrisa tímida afloró en el rostro del joven.
La mujer se tornó hacia el joven mostrando una sonrisa amable mientras ocultaba detrás de su espalda un objeto, sujeto por ambas manos. Cuando Higeki, con cierta inocencia se acerco para saber que era, la mujer se aparto con un rápido movimiento y le impidió verlo al tiempo que soltaba una risa bastante dulce.
—No, no...aun no puedes verlo.— Dijo la mujer con cierta diversión.— Antes tienes que enseñarme si ya te sale bien usar el byakugan y luego te dejare verlo.
El joven al escucharla emitió un leve quejido, casi infantil, pero aun con la queja asintió suavemente con la cabeza.
—Si, ahora voy.—Afirmo no muy convencido. Instantes después cerro los ojos y los volvió a abrir, mostrando el byakugan en ellos, pero para cuando lo hizo la mujer que tenia delante tenia las manos vaciás y había un objeto volando por los aires, cayendo cerca de la espalda del joven.
—Rápido Higeki, agarralo.— Ordeno la mujer. Ante aquello el chico reacciono rápidamente y tomo aquel objeto, casi de forma automática.—Bien.—continuó diciendo la mujer antes de sonreirle con bastante suavidad por segunda vez.—Pero aun te falta un poco más para dominar el byakugan, tendrás que seguir practicando, pero antes abre el pergamino.
El joven tomo el pergamino y comenzó a leerlo. A medida que avanzaban las palabras por su mente su inseguridad aumentaba, sin duda alguna aquello era una misión y él nunca antes había realizado ninguna, cosa que lo ponía extremadamente nervoso. Al terminar de leer dirigió la mirada hacia la mujer y le tendió le pergamino.
—Pe-pero esto es una misión.—Dijo con visible nerviosismo antes de que Ai rechazara el pergamino con la mano y se lo devolviese a él.
—Si y es tu misión, así que ves preparándote para partir chiquitín.—Le contesto ella con una sonrisa antes de comenzar a empujar hacia fuera dela casa con suavidad pero a la vez con firmeza.
Al encontrarse el joven fuera de la casa a base de empujones y al saber que no podía rechazar aquella misión, Higeki comenzó a caminar hacia la salida del edificio, para, nada más salir poner dirección a la entrada de la aldea, con el fin de reunirse con sus compañeros.