23/09/2015, 09:18
Aquella piedra había hecho un trayecto perfecto eh impactado en la cabeza de Ichiro, está, por más pequeña que fuera realizo un golpe seco en la cabeza del Hozuki mientras emitía un sonido a hueco, el impacto no fue muy grande, ni provoco graves heridas, pero lo hizo parar en seco, un hormigueo corría por la zona donde su cabeza había detenido la piedra, mientras que unas ganas de asesinar a su contrario corría por su cuerpo, las manos le temblaban, mientras ya no sabía qué hacer para entrenar en paz.
«Hijo de puta»
Menciono en su cabeza coléricamente, volvía a sentir como el enfado levantaba las temperaturas de su cuerpo, lo sentía en los huesos como algunas personas sienten el frió o la humedad.
Trato de calmarse soltando una bocanada enorme de aire desde lo más profundo de sus pulmones, mientras se cuestionaba a si mismo si valía la pena combatir o siquiera volver a dirigirla la palabra a estos inmigrantes para que lo pudieran comprender de una santa vez.
Levanto las manos mientras miraba las palmas de las mismas, cerró los puños y los apretó con fuerza, mientras giraba la cabeza, dejándolo así en una posición perfecta para visualizar por encima de su hombro.
Volvió a analizar el chico, Ichiro era bastante débil, aunque el muchacho, más allá de parecer un bromista presumido, no demostraba grandes habilidades.
- Así son todos los de Uzushio
Refunfuño, esta vez un poco en voz baja, mientras volvía apretar los dientes. Levanto la mano abierta, como si estuviera saludando y siguió caminando en el mismo sentido que venía, al parecer había decidido que no valía la pena enfrentarse ese día con nadie, lo único que perdería eran sus preciadas horas de entrenamiento, buscaría un lugar mejor, más tranquilo y sin forasteros.
Cuando llego a la zona donde había dejado sus cosas, simplemente las tomo, y sin volverse a donde estaban los muchachos, emprendió su caminata de nuevo a su casa. Cualquier lugar era mucho mejor, que estar parado ahí, haciendo nada.
«Hijo de puta»
Menciono en su cabeza coléricamente, volvía a sentir como el enfado levantaba las temperaturas de su cuerpo, lo sentía en los huesos como algunas personas sienten el frió o la humedad.
Trato de calmarse soltando una bocanada enorme de aire desde lo más profundo de sus pulmones, mientras se cuestionaba a si mismo si valía la pena combatir o siquiera volver a dirigirla la palabra a estos inmigrantes para que lo pudieran comprender de una santa vez.
Levanto las manos mientras miraba las palmas de las mismas, cerró los puños y los apretó con fuerza, mientras giraba la cabeza, dejándolo así en una posición perfecta para visualizar por encima de su hombro.
Volvió a analizar el chico, Ichiro era bastante débil, aunque el muchacho, más allá de parecer un bromista presumido, no demostraba grandes habilidades.
- Así son todos los de Uzushio
Refunfuño, esta vez un poco en voz baja, mientras volvía apretar los dientes. Levanto la mano abierta, como si estuviera saludando y siguió caminando en el mismo sentido que venía, al parecer había decidido que no valía la pena enfrentarse ese día con nadie, lo único que perdería eran sus preciadas horas de entrenamiento, buscaría un lugar mejor, más tranquilo y sin forasteros.
Cuando llego a la zona donde había dejado sus cosas, simplemente las tomo, y sin volverse a donde estaban los muchachos, emprendió su caminata de nuevo a su casa. Cualquier lugar era mucho mejor, que estar parado ahí, haciendo nada.