23/10/2018, 00:24
Higeki, ajeno a la impresión que pudiera dar, decidió aprovechar el tiempo para ejercitar su mente, aislándose de sus compañeros de equipo. Así, el joven Karamaru imitó esta conducta, creyendo aquello algo mucho más productivo que entablar conversaciones mundanas y triviales. Ninguno de los dos parecía tener un interés real por los demás, siendo aquello una mera alianza temporal con el fin de cumplir la misión, resumiéndose en una relación estrictamente limitada al trabajo. Era ahí en medio de ellos dónde se encontraba Rōga, claramente incómodo por la actitud reservada de sus compañeros que se ignoraban con toda la tranquilidad del mundo. "¿Pero qué mierda?, ¿de verdad planean quedarse todo el trayecto meditando?" Sus colegas de profesión no se darían cuenta por tener los ojos cerrados, pero el Yotsuki tenía el ceño fruncido en clara desaprobación por su apática actitud. "Huh, ni siquiera pude traer mi guitarra para ponerme a cantar alguna canción en el camino... Esto es muy deprimente." Se quejó mientras se cruzaba de brazos, desviando su mirar al paisaje que les rodeaba, con tal de no verles las caras a ese par de antisociales.
Sin embargo, había un factor que todos habían pasado por alto, siendo que ellos no eran los únicos que estaban realizando aquel viaje. Fue entonces que esa variable se manifestó, interrumpiendo el silencio que habían montado:
—¿Están durmiendo sentados?— Una voz dulce cargada de inocencia lanzó una incógnita al aire, proveniente de aquella niña pueblerina que ignoraba totalmente el significado del entrenamiento de los muchachos.
—No, sólo se están haciendo los rudos— Respondió con una sonrisa pícara a la niña con una doble intención: Ver sí sus compañeros se dignaban a dirigirle la palabra.
—El abuelo me dijo que los ninjas tienen poderes asombrosos, pero ustedes lucen cómo chicos normales— Argumentó mientras escudriñaba con sus grandes ojos a los tres genins.
El de los cabellos coloridos se detuvo a analizar las palabras de Warakko, comparando su posición con la de ella: Un niño criado para ser shinobi a la par de una niña campirana común y corriente de un lugar lejano. "Ella, por alguna razón me genera sentimientos encontrados. Los niños de las aldeas ocultas nos criamos para pelear, mientras otros cómo nosotros en lugares lejanos sólo se limitan a vivir su cotidianidad sin el peso de arriesgar sus vidas." No le parecía ni bueno ni malo aquel contraste de realidades, pero sin duda era un detalle curioso de analizar.
Sin embargo, había un factor que todos habían pasado por alto, siendo que ellos no eran los únicos que estaban realizando aquel viaje. Fue entonces que esa variable se manifestó, interrumpiendo el silencio que habían montado:
—¿Están durmiendo sentados?— Una voz dulce cargada de inocencia lanzó una incógnita al aire, proveniente de aquella niña pueblerina que ignoraba totalmente el significado del entrenamiento de los muchachos.
—No, sólo se están haciendo los rudos— Respondió con una sonrisa pícara a la niña con una doble intención: Ver sí sus compañeros se dignaban a dirigirle la palabra.
—El abuelo me dijo que los ninjas tienen poderes asombrosos, pero ustedes lucen cómo chicos normales— Argumentó mientras escudriñaba con sus grandes ojos a los tres genins.
El de los cabellos coloridos se detuvo a analizar las palabras de Warakko, comparando su posición con la de ella: Un niño criado para ser shinobi a la par de una niña campirana común y corriente de un lugar lejano. "Ella, por alguna razón me genera sentimientos encontrados. Los niños de las aldeas ocultas nos criamos para pelear, mientras otros cómo nosotros en lugares lejanos sólo se limitan a vivir su cotidianidad sin el peso de arriesgar sus vidas." No le parecía ni bueno ni malo aquel contraste de realidades, pero sin duda era un detalle curioso de analizar.