27/10/2018, 20:41
Daigo intentó agarrar su taza de té para darle un sorbo, pero descubrió que estaba demasiado caliente e inmediatamente la soltó. La taza cayó sobre el borde del platito y se volcó, derramando el te en su pierna derecha. Quemaba. Ardía. El té incluso se comió parte del pantalón y llegó al muslo y a la rodilla. Con un alarido, Daigo trató de levantarse, pero lo empeoró: cayó al suelo sobre el líquido, terminándose de abrasar la pierna. Kenzou se levantó de golpe y socorrió al chico, apartándolo del charco.
—¡Demonios, Daigo, cuidado, cuidado! —dijo—. ¡Rápido, traigan algo de hielo!
Daigo y Kenzou estaban sentados de nuevo. Esta vez sin té. Daigo tenía la pierna vendada, pero le dolía horrores.
—Bueno, chico. Menudo susto. ¿Necesitas que te repita los detalles de la misión?
—¡Demonios, Daigo, cuidado, cuidado! —dijo—. ¡Rápido, traigan algo de hielo!
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Daigo y Kenzou estaban sentados de nuevo. Esta vez sin té. Daigo tenía la pierna vendada, pero le dolía horrores.
—Bueno, chico. Menudo susto. ¿Necesitas que te repita los detalles de la misión?