2/11/2018, 15:41
Sí, lo sabía, de primeras podía parecer una proposición un tanto injusta. La kunoichi reaccionó con incredulidad, tosiendo como si se hubiese atragantado. Luego, realizó una contraoferta, que a ojos de un tercero podía parecer mucho más equitativa: repartirse el dinero a partes iguales.
Ella lo miró desafiante, como retándole a que le llevase la contraria. E, incluso, antes de subir la apuesta y amenazarle con bajar su parte al cuarenta por ciento, tuvo un ligero tic en el ojo. El mismo tic que había tenido antes de tirar al bandido a la muerte.
El Uchiha tragó saliva. No hacía tanto tiempo, se hubiese cagado por la pata abajo. Hubiese aceptado la proposición y hubiese puesto tierra de por medio entre ellos dos. Pero Datsue, para bien o para mal, había cambiado. La vida le había cambiado a golpes, más bien.
Él era ahora un Hermano del Desierto, ganándose su nombre tras asesinar a un Uzukage impostor. Había sufrido, noche sí y noche también, las pesadillas de Shukaku, quien, inconscientemente, le estaba entrenando. Fortaleciendo mentalmente para soportar mejor las penurias y miedos que le presentaba la vida. Porque, ¿qué había peor que lo que el Ichibi le mostraba en sueños? Nada, y por eso mismo, el Uchiha había perdido parte del miedo que siempre había estado con él. Y, por último, Uchiha Datsue tenía una misión: rescatar a Aiko, su novia. ¿Y qué tipo de ninja se atrevería a colarse en una Villa extranjera cuando al mismo tiempo se dejaba atemorizar por una kunoichi a las primeras de cambio? Uno que no existía, y por eso, Datsue se obligó a dar un paso al frente.
—Ah, pero verás, Akasha, partes de una premisa falsa —le explicó—. Yo no voy a quedarme con todo. Las joyas y el dinero las iré repartiendo por el camino, a la gente pobre y necesitada, quizá incluso me tope con alguien que fue robado por esos canallas. Yo, a lo mucho, me quedaré con un billete de veinte y ninguna joya —le aseguró—. Pero sí, acepto tu propuesta. Yo me quedo con un billete de veinte, y tú con otro de veinte. Al cincuenta por ciento, ¿eh? Y el resto me lo llevo yo para ir repartiéndolo por caridad.
Ella lo miró desafiante, como retándole a que le llevase la contraria. E, incluso, antes de subir la apuesta y amenazarle con bajar su parte al cuarenta por ciento, tuvo un ligero tic en el ojo. El mismo tic que había tenido antes de tirar al bandido a la muerte.
El Uchiha tragó saliva. No hacía tanto tiempo, se hubiese cagado por la pata abajo. Hubiese aceptado la proposición y hubiese puesto tierra de por medio entre ellos dos. Pero Datsue, para bien o para mal, había cambiado. La vida le había cambiado a golpes, más bien.
Él era ahora un Hermano del Desierto, ganándose su nombre tras asesinar a un Uzukage impostor. Había sufrido, noche sí y noche también, las pesadillas de Shukaku, quien, inconscientemente, le estaba entrenando. Fortaleciendo mentalmente para soportar mejor las penurias y miedos que le presentaba la vida. Porque, ¿qué había peor que lo que el Ichibi le mostraba en sueños? Nada, y por eso mismo, el Uchiha había perdido parte del miedo que siempre había estado con él. Y, por último, Uchiha Datsue tenía una misión: rescatar a Aiko, su novia. ¿Y qué tipo de ninja se atrevería a colarse en una Villa extranjera cuando al mismo tiempo se dejaba atemorizar por una kunoichi a las primeras de cambio? Uno que no existía, y por eso, Datsue se obligó a dar un paso al frente.
—Ah, pero verás, Akasha, partes de una premisa falsa —le explicó—. Yo no voy a quedarme con todo. Las joyas y el dinero las iré repartiendo por el camino, a la gente pobre y necesitada, quizá incluso me tope con alguien que fue robado por esos canallas. Yo, a lo mucho, me quedaré con un billete de veinte y ninguna joya —le aseguró—. Pero sí, acepto tu propuesta. Yo me quedo con un billete de veinte, y tú con otro de veinte. Al cincuenta por ciento, ¿eh? Y el resto me lo llevo yo para ir repartiéndolo por caridad.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado