4/11/2018, 14:40
Casi estaba allí. El bosque la recibía con los brazos abiertos y los árboles estaban casi al alcance de su mano. Aleteó aún más fuerte. Aleteó con toda la fuerza de su desesperación. Ya casi estaba. Ellos la protegerían. Podría refugiarse entre el follaje. Podría esconderse. Y entonces podría esc...
Tras su espalda, un silbido supersónico hendió sus oídos por encima del estruendo de la catarata y Ayame apenas tuvo tiempo de girar la cabeza antes de todo a su alrededor se viera inundado por una luz cegadora que acuchilló sus retinas. Ni siquiera tuvo tiempo de comprender qué había ocurrido. Todo su cuerpo chilló de dolor cuando la energía abrasó cada fibra de su ser, pero ella ni siquiera pudo hacerlo. Fue apenas un segundo. Un segundo del dolor más intenso que había sentido en toda su vida, antes de que su cerebro decidiera desconectarse de la realidad. Las alas se deshicieron en el acto, y la onda de energía la lanzó como una simple muñeca de trapo. Su cuerpo cayó a toda velocidad como un cometa, dejando una estela de humo tras su descenso, y sus ansiados árboles la recibieron entre crueles latigazos, frenando una caída imposible de evitar. Terminó por caer a plomo contra el suelo, y su cuerpo rebotó una vez contra la tierra antes de quedar inmóvil y con parte de sus ropajes y su piel quemados por aquella demoníaca energía.
Era irónico, tan irónico...
Y tan cruel...
Era la primera vez que salía de su aldea después de su castigo... Y también sería la última. Un castigo que había cumplido a rajatabla, entrenando cada día para mejorar sus habilidades y su autocontrol. ¿Y de qué había servido? Apenas hacía unos días que se había atrevido al fin a presentar su solicitud para realizar de nuevo el examen de chuunin. Pero nunca llegaría a hacerlo. Y ni siquiera podría despedirse de su padre, ni de su hermano, ni de Daruu-kun, ni de Kiroe, ni de Kaido, ni de sus amigos. Estaba lejos, muy lejos de casa, en la frontera entre las tres grandes aldeas shinobi. Había salido buscando la paz y la redención con Uzushiogakure... Y sólo iba a encontrar la muerte en el mismo lugar donde los primeros Kage abatieron a los bijuu.
Era irónico... Tan irónico...
Y tan cruel...
Una solitaria lágrima rodó por su mejilla, impotente.
Sólo esperaba que Eri cumpliera con su cometido, y que el mundo ninja caminara hacia un futuro mejor en su ausencia.
«Lo... siento... todos...»
Tras su espalda, un silbido supersónico hendió sus oídos por encima del estruendo de la catarata y Ayame apenas tuvo tiempo de girar la cabeza antes de todo a su alrededor se viera inundado por una luz cegadora que acuchilló sus retinas. Ni siquiera tuvo tiempo de comprender qué había ocurrido. Todo su cuerpo chilló de dolor cuando la energía abrasó cada fibra de su ser, pero ella ni siquiera pudo hacerlo. Fue apenas un segundo. Un segundo del dolor más intenso que había sentido en toda su vida, antes de que su cerebro decidiera desconectarse de la realidad. Las alas se deshicieron en el acto, y la onda de energía la lanzó como una simple muñeca de trapo. Su cuerpo cayó a toda velocidad como un cometa, dejando una estela de humo tras su descenso, y sus ansiados árboles la recibieron entre crueles latigazos, frenando una caída imposible de evitar. Terminó por caer a plomo contra el suelo, y su cuerpo rebotó una vez contra la tierra antes de quedar inmóvil y con parte de sus ropajes y su piel quemados por aquella demoníaca energía.
Era irónico, tan irónico...
Y tan cruel...
Era la primera vez que salía de su aldea después de su castigo... Y también sería la última. Un castigo que había cumplido a rajatabla, entrenando cada día para mejorar sus habilidades y su autocontrol. ¿Y de qué había servido? Apenas hacía unos días que se había atrevido al fin a presentar su solicitud para realizar de nuevo el examen de chuunin. Pero nunca llegaría a hacerlo. Y ni siquiera podría despedirse de su padre, ni de su hermano, ni de Daruu-kun, ni de Kiroe, ni de Kaido, ni de sus amigos. Estaba lejos, muy lejos de casa, en la frontera entre las tres grandes aldeas shinobi. Había salido buscando la paz y la redención con Uzushiogakure... Y sólo iba a encontrar la muerte en el mismo lugar donde los primeros Kage abatieron a los bijuu.
Era irónico... Tan irónico...
Y tan cruel...
Una solitaria lágrima rodó por su mejilla, impotente.
Sólo esperaba que Eri cumpliera con su cometido, y que el mundo ninja caminara hacia un futuro mejor en su ausencia.
«Lo... siento... todos...»