5/11/2018, 00:45
—Oh, estupendo, estupendo —les rodeó por los hombros con ambos brazos—. Por favor, acompáñenme a casa. Tenemos mucho de lo que hablar.
Pese a ser plena noche, el alguacil no quería perder ni un segundo. Si le acompañaban, Rourah saldría al exterior y se internaría en el pueblo. Pasaron varias casas, con las luces apagadas y tan solo el ladrido de algún perro esporádico. Cruzaron la plaza, circular y de suelo empedrado, con una bonita fuente en el centro que expulsaba un chorro de agua al cielo, y que, por la forma en que luego caía, hacía recordar a una cascada.
A partir de allí, giraron por una calle a la derecha y dieron con la casa del alguacil. No era especialmente grande, pero tenía dos pisos y una bonita fachada, con un jardincito bien cuidado y lo que parecía un pequeño huerto al lado.
Rourah abrió la puerta sin hacer uso de ninguna llave, y tras encender las luces les condujo por un pasillo hasta la cocina. Había varias sillas en las que sentarse y una mesa en el centro.
—Por favor, tomen asiento. ¿Puedo ofrecerles algo? ¿Un té? ¿Algo de comer?
Pese a ser plena noche, el alguacil no quería perder ni un segundo. Si le acompañaban, Rourah saldría al exterior y se internaría en el pueblo. Pasaron varias casas, con las luces apagadas y tan solo el ladrido de algún perro esporádico. Cruzaron la plaza, circular y de suelo empedrado, con una bonita fuente en el centro que expulsaba un chorro de agua al cielo, y que, por la forma en que luego caía, hacía recordar a una cascada.
A partir de allí, giraron por una calle a la derecha y dieron con la casa del alguacil. No era especialmente grande, pero tenía dos pisos y una bonita fachada, con un jardincito bien cuidado y lo que parecía un pequeño huerto al lado.
Rourah abrió la puerta sin hacer uso de ninguna llave, y tras encender las luces les condujo por un pasillo hasta la cocina. Había varias sillas en las que sentarse y una mesa en el centro.
—Por favor, tomen asiento. ¿Puedo ofrecerles algo? ¿Un té? ¿Algo de comer?