5/11/2018, 18:36
Siempre le habían dicho que se comportara cuando se encontrase en la Aldea. Y él lo intentaba, juro que lo intentaba. Pero, a veces, resultaba imposible. No por él, no. Sino por aquella cabrilla endemoniada que sucumbía a sus propia locura animal y se empeñaba a conseguir lo que tanto deseaba. ¿Porqué? ¡Pues esta vez el pequeño Chihige se había encaprichado de ka seda de un taller artesanal bastante popular en Uzushiogakure! Y claro, tan empeñado que estaba que... al final optó por coger aquel suave paño sin permiso alguno y darse a la fuga c on él.
Fuukei no podía permitir eso. ¿Qué imagen estaba dando de él mismo como ninja y de su propia familia? Más valía recuperar lo que cabra de perilla marrón se había llevado sin permiso antes de que nadie le reclamase por aquel pequeño hurto.
Se encontraba en las calles de la Aldea, correteando detrás de Chihige, cuando de repente un carro de madera barrió el paso entre el animal y el recién ninja, brindándole una oportunidad a este primero para desaparecer de su vista. Miró a su alrededor, enfadado por dejarle en evidencia de esa manera, y desistió en encontrarle de buenas a primeras sin preguntar a nadie. De repente, a un lado de la calle, vio a un muchacho de cabello blanco, como él, que quizá podría haber visto alguna cosa y se acercó hacia él.
— Perdona... Eh, sonará raro, pero... ¿No habrás visto una cabra de esta estatura? — y acercó su mano hacia la altura de sus rodillas, desviando la vista un momento para comprobar que no se equivocaba. — Es de color marrón y llevaba un paño de seda en la boca.
Fuukei no podía permitir eso. ¿Qué imagen estaba dando de él mismo como ninja y de su propia familia? Más valía recuperar lo que cabra de perilla marrón se había llevado sin permiso antes de que nadie le reclamase por aquel pequeño hurto.
Se encontraba en las calles de la Aldea, correteando detrás de Chihige, cuando de repente un carro de madera barrió el paso entre el animal y el recién ninja, brindándole una oportunidad a este primero para desaparecer de su vista. Miró a su alrededor, enfadado por dejarle en evidencia de esa manera, y desistió en encontrarle de buenas a primeras sin preguntar a nadie. De repente, a un lado de la calle, vio a un muchacho de cabello blanco, como él, que quizá podría haber visto alguna cosa y se acercó hacia él.
— Perdona... Eh, sonará raro, pero... ¿No habrás visto una cabra de esta estatura? — y acercó su mano hacia la altura de sus rodillas, desviando la vista un momento para comprobar que no se equivocaba. — Es de color marrón y llevaba un paño de seda en la boca.