5/11/2018, 20:42
Incapaz de negar la evidencia y tras sucumbir irremediablemente a la presión del grupo, Akame optó por recurrir a la piedad de aquella chica. Buscó su mirada, implorando que le diera un respiro, pero ella parecía tan encantada como el resto de la clientela con la idea de que el jōnin estuviera allí para escoger una flor que regalar a su amada, si es que todavía no se había declarado. Las palabras de la jovencita ninja animaron todavía más al resto, que arremetió de nuevo en consejos y risas. Finalmente fue el dueño de la floristería el que se ofreció a ayudarle en su decisión, no sin antes conocer ciertos detalles.
—B.. Bueno, ella... Ella es... —comenzó Akame.
Tan pronto como el Uchiha pensó en ella, sus mejillas se tiñeron de un cálido rojo y la mirada se le fue al techo, perdida en sus ensoñaciones. No hizo falta más confirmación de que el ninja estaba allí para, efectivamente, elegir una flor que regalar a una chica.
—¡Mirad qué cara! ¿Veis? Lo sabía, estos viejos ojos no me engañan. Esa es la mirada de un enamorado —aseguró la anciana.
Consciente de que era imposible seguir mintiendo a su improvisado público, Akame trató de sacudirse la vergüenza de encima —con poco éxito—. Miró a la kunoichi y le respondió.
—En realidad, eh, uh, yo... Bueno, pues... Podría decirse que sí —acabó por admitir, con una risa nerviosa—. Pensaba que regalar una flor era lo correcto en esos casos... ¿No estará... Bueno, ya sabes... Pasado de moda?
—¿Pasado de moda? Anda, anda. Shinobi-san, a tu edad yo regalé muchas flores para conquistar el corazón de más de una jovencita, es un truco infalible, no hay pérdida —le rebatió el que iba vestido de pescador.
«¿De verdad le gustará?», pensó el jōnin. Luego se volteó hacia el dueño.
—Ella es... —«chispeante»— alegre, y también... —«¡eléctrica!»— Muy activa. Y le gusta... —«luchar»— Eh... Hacer deporte.
—B.. Bueno, ella... Ella es... —comenzó Akame.
Tan pronto como el Uchiha pensó en ella, sus mejillas se tiñeron de un cálido rojo y la mirada se le fue al techo, perdida en sus ensoñaciones. No hizo falta más confirmación de que el ninja estaba allí para, efectivamente, elegir una flor que regalar a una chica.
—¡Mirad qué cara! ¿Veis? Lo sabía, estos viejos ojos no me engañan. Esa es la mirada de un enamorado —aseguró la anciana.
Consciente de que era imposible seguir mintiendo a su improvisado público, Akame trató de sacudirse la vergüenza de encima —con poco éxito—. Miró a la kunoichi y le respondió.
—En realidad, eh, uh, yo... Bueno, pues... Podría decirse que sí —acabó por admitir, con una risa nerviosa—. Pensaba que regalar una flor era lo correcto en esos casos... ¿No estará... Bueno, ya sabes... Pasado de moda?
—¿Pasado de moda? Anda, anda. Shinobi-san, a tu edad yo regalé muchas flores para conquistar el corazón de más de una jovencita, es un truco infalible, no hay pérdida —le rebatió el que iba vestido de pescador.
«¿De verdad le gustará?», pensó el jōnin. Luego se volteó hacia el dueño.
—Ella es... —«chispeante»— alegre, y también... —«¡eléctrica!»— Muy activa. Y le gusta... —«luchar»— Eh... Hacer deporte.