7/11/2018, 23:39
La situación tomó un giro inesperado cuando el dueño de la floristería sacó a relucir sus extensos conocimientos sobre la materia para prepararle a Akame un ramillete de flores que, según él, representaban todo lo más bello de sus sentimientos. El jōnin contempló, anonadado, cómo aquel maestro hacía su magia; y luego tuvo que quedarse unos momentos embobado por la perfección de la composición y belleza de las flores elegidas. Cuando por fin tomó el ramo, el aroma de sus componentes le llegó a la nariz, produciéndole una agradable sensación de tranquilidad.
A su lado, la kunoichi que le había animado durante todo el rato parecía casi más entusiasmada que él. Akame quiso preguntarle quién era, pero primero realizó una profunda reverencia destinada al dueño de la tienda.
—Muchas gracias, floristero-san —dijo con sinceridad—. ¡Y descuide! Le prometo que jamás pisaré otra floristeria en todo Uzushiogakure. Si los dioses quieren, me verá aparecer por aquí más a menudo de lo que piensa.
El resto de la clientela, como público que especta una obra llegando al final feliz, rompió en aplausos, más risas y vítores. Akame les agradeció su apoyo con una inclinación de cabeza, y en su mirada se podía ver que en el fondo aquello le había acabado llenando de determinación.
Fue entonces cuando se volvió hacia la kunoichi regordeta que estaba a su lado. Con todo lo sucedido no se había parado a prestarle atención, pero ahora que lo hacía, su rostro no se le antojaba familiar.
—Me llamo Akame, por cierto. Uchiha Akame —le dijo, agregando una muy leve inclinación de cabeza—. Gracias por tus ánimos, creo que si no hubiera sido por ti, no me habría atrevido a dar el paso y comprar este ramo. ¿Cuál es tu nombre, kunoichi-san?
A su lado, la kunoichi que le había animado durante todo el rato parecía casi más entusiasmada que él. Akame quiso preguntarle quién era, pero primero realizó una profunda reverencia destinada al dueño de la tienda.
—Muchas gracias, floristero-san —dijo con sinceridad—. ¡Y descuide! Le prometo que jamás pisaré otra floristeria en todo Uzushiogakure. Si los dioses quieren, me verá aparecer por aquí más a menudo de lo que piensa.
El resto de la clientela, como público que especta una obra llegando al final feliz, rompió en aplausos, más risas y vítores. Akame les agradeció su apoyo con una inclinación de cabeza, y en su mirada se podía ver que en el fondo aquello le había acabado llenando de determinación.
Fue entonces cuando se volvió hacia la kunoichi regordeta que estaba a su lado. Con todo lo sucedido no se había parado a prestarle atención, pero ahora que lo hacía, su rostro no se le antojaba familiar.
—Me llamo Akame, por cierto. Uchiha Akame —le dijo, agregando una muy leve inclinación de cabeza—. Gracias por tus ánimos, creo que si no hubiera sido por ti, no me habría atrevido a dar el paso y comprar este ramo. ¿Cuál es tu nombre, kunoichi-san?