14/11/2018, 14:01
Ante lo inesperado de la situación, Kazuma tardó algunos segundos en reaccionar. Evaluaba la situación, meditabundo, y cuando sus ojos repararon en la porra que llevaba el gigante tomó una decisión. Taciturno, se limitó a resignarse y comenzó a cortar las hojas del árbol de forma lenta y metódica. A medida que iba desnudando el árbol del té, recogía sus hojas en una bolsa del interior de su túnica.
—Pronto terminare.
—Eso espero, muchacho. Cuanto antes terminemos con esto, antes podremos regresar a casa —habló el pelirrojo, con una maquiavélica sonrisa zorruna. Junto a él, el grandullón se reía de forma estúpida.
—¿Entienden ustedes lo que implica obstaculizar la misión de un ninja? ¿Es que no les importa perjudicar el trabajo de otros?
El pelirrojo se echó a reir. Kazuma no escuchó los pasos que se acercaban tras su espalda, pero sí sintió la mano apoyándose sobre su hombro.
—Oh, pero nadie se va a enterar de esto, ¿verdad? —preguntó, de forma sardónica—. Tú nos darás las hojas del té, regresarás a Kusagakure e informarás de que, lamentablemente, no has sido capaz de encontrar el valioso árbol. Tan fácil y sencillo como eso. Y si no...
Kazuma escuchó con claridad el sonido de una porra golpeando la enorme manaza del fortachón.
—Por cierto, quiero ver el árbol limpio, de arriba a abajo.