Geki caminó toda la tarde por el amplio laberinto de bazares de aquella ciudad. Había visto desde las armas más exóticas a elixires de colores que prometían miles de beneficios para quienes los tomaran. Pero el Senju no realizó ninguna compra, él era sensato y moderado con el poco dinero que llevaba encima y no se dejaba engañar por la parvada de vendedores que intentaban endulzarle las orejas con sus palabras. Si los efectos eran tan buenos ¿Por qué no los utilizaban ellos?
Y así fue, como haciendo oídos sordos recorrió gran parte de aquella ciudad. El polvo, que más al centro había estado intenso empezaba a aplacarse junto con el sonido aturdidor típico de las ferias. Geki se había alejado de las calles más concurridas y ahora se encontraba perdido divagando por calles escasas de gente. Intentaba con la mirada leer algún cartel para ubicarse pero no lo logró.
Las tripas empezaban a rugirle y un sentimiento de vacío le invadió el estomago. El hambre se estaba anunciando en el cuerpo del joven, era momento de comer algo. Pero bien, del montón de restaurantes y vendedores ambulantes de comida que se había cruzado hace un tiempo atrás ahora no veía ninguno. Se encontraba en lo que parecía más una zona residencial y por un momento casi se maldijo por no haber comido algo antes, en las voluptuosas tiendas de colores recorridas anteriormente.
Entonces fue ahí cuando aquél aroma lo abrazó. Parecía que fuera curry o algún tipo de estofado. Casi podía saborear el perfume de la comida con su lengua o al menos eso pensaba él. Y sintió como si una mano lo cazara de los ropajes y lo fuera arrastrando hacía el local donde estaban elaborando el manjar.
"El cubil de ardillas" se llamaba el lugar. No era un restaurantes como el pensó, era una posada para ninjas. Pero a Geki esto no le importó y se aventuro hacía el interior del lugar para ver si podía conseguir un plato del estofado que lo había arrastrado hasta ahí.
Y así fue, como haciendo oídos sordos recorrió gran parte de aquella ciudad. El polvo, que más al centro había estado intenso empezaba a aplacarse junto con el sonido aturdidor típico de las ferias. Geki se había alejado de las calles más concurridas y ahora se encontraba perdido divagando por calles escasas de gente. Intentaba con la mirada leer algún cartel para ubicarse pero no lo logró.
Las tripas empezaban a rugirle y un sentimiento de vacío le invadió el estomago. El hambre se estaba anunciando en el cuerpo del joven, era momento de comer algo. Pero bien, del montón de restaurantes y vendedores ambulantes de comida que se había cruzado hace un tiempo atrás ahora no veía ninguno. Se encontraba en lo que parecía más una zona residencial y por un momento casi se maldijo por no haber comido algo antes, en las voluptuosas tiendas de colores recorridas anteriormente.
Entonces fue ahí cuando aquél aroma lo abrazó. Parecía que fuera curry o algún tipo de estofado. Casi podía saborear el perfume de la comida con su lengua o al menos eso pensaba él. Y sintió como si una mano lo cazara de los ropajes y lo fuera arrastrando hacía el local donde estaban elaborando el manjar.
"El cubil de ardillas" se llamaba el lugar. No era un restaurantes como el pensó, era una posada para ninjas. Pero a Geki esto no le importó y se aventuro hacía el interior del lugar para ver si podía conseguir un plato del estofado que lo había arrastrado hasta ahí.