21/11/2018, 16:22
Y mientras caminaba hacia el puerto, una figura le salió al camino.
—Disculpa ¿Sabes de alguna tienda callejera o restaurante que sirvan té rojo?
La que había llamado su atención era una muchacha que rondaba la edad de Ayame, de cabellera rubia que caía sobre su espalda como una cascada y ojos celestes y penetrantes. Unos ojos que a Kokuō le recordaron vagamente a los de Aotsuki Zetsuo, capaz de atravesarte de parte a parte con una sola mirada. Vestía de forma abrigada, lo habitual en aquella estación del año; sin embargo, lo que disparó todas sus alarmas fue...
Sollozó Ayame, llena de desesperación.
Kokuō torció ligeramente el gesto, pero se obligó a serenarse. Ayame no conocía a aquella muchacha de nada, por lo que era más que improbable que la reconociera. Ladeó ligeramente la cabeza y la miró con sus ojos aguamarina entrecerrados.
—Lo siento. Nunca he estado aquí antes —respondió, cortante pero siempre educada—. Será mejor que pregunte a otra persona.
Inclinó la cabeza y reanudó el paso.
—Disculpa ¿Sabes de alguna tienda callejera o restaurante que sirvan té rojo?
La que había llamado su atención era una muchacha que rondaba la edad de Ayame, de cabellera rubia que caía sobre su espalda como una cascada y ojos celestes y penetrantes. Unos ojos que a Kokuō le recordaron vagamente a los de Aotsuki Zetsuo, capaz de atravesarte de parte a parte con una sola mirada. Vestía de forma abrigada, lo habitual en aquella estación del año; sin embargo, lo que disparó todas sus alarmas fue...
«¡¡Amegakure!!»
Sollozó Ayame, llena de desesperación.
Kokuō torció ligeramente el gesto, pero se obligó a serenarse. Ayame no conocía a aquella muchacha de nada, por lo que era más que improbable que la reconociera. Ladeó ligeramente la cabeza y la miró con sus ojos aguamarina entrecerrados.
—Lo siento. Nunca he estado aquí antes —respondió, cortante pero siempre educada—. Será mejor que pregunte a otra persona.
Inclinó la cabeza y reanudó el paso.
«¡¡No, no no!! ¡¡¡Por favor, déjame hablar con ella!!!»