24/11/2018, 02:33
En cuanto Geki se aventurará al interior del edificio, podría encontrarse con un sujeto que custodiaba la parte interior y un libro que correspondía al registro de hospedados. Antes de pasar tendría que responder algunas preguntas para comprobar que se trataba de un verdadero ninja, aunque el simple gesto de acercarse y mostrar su bandana bastaría para el ojo entrenado de aquel guardián.
Al terminar de registrarse, sería invitado amablemente a pasar al comedor, puesto que la cena estaría lista pronto. En el mismo había una cocina visible, para que la gente compartiera espacio con los cocineros que estaban tras la barra. Se trataba de un señor de mediana edad y de un jovencito que parecía ser una especie de aprendiz. El primero se ocupaba de cortar algunos vegetales que irían a la gran olla de curry, mientras que el segundo se encargaba de agitar un abanico sobre la misma.
—¡Vamos, con más vigor! —le decía el cocinero, para que enviara aquel delicioso aroma en dirección a una ventana cercana.
El viejo truco de atraer a los clientes con el poderoso aroma de un buen curry, una estrategia clásica con la cual llenar los locales a la hora de la cena. Efectivo por cuanto la brisa y las propias piernas del cliente harían casi todo el trabajo.
El olor de la comida recién hecha también se dispersaba por la posada, por lo que la mayoría de los clientes se veían alertados de la cena por su olfato. Aunque para algunos como Kazuma, que yacía dormitando, una chiquilla de voz enérgica y con una campanita de metal, paseaba por los pasillos avisando que la cena seria servida en el salón-comedor.
Aquel era el momento justo para ubicar una buena mesa y hacerse con un poco de comida.
Al terminar de registrarse, sería invitado amablemente a pasar al comedor, puesto que la cena estaría lista pronto. En el mismo había una cocina visible, para que la gente compartiera espacio con los cocineros que estaban tras la barra. Se trataba de un señor de mediana edad y de un jovencito que parecía ser una especie de aprendiz. El primero se ocupaba de cortar algunos vegetales que irían a la gran olla de curry, mientras que el segundo se encargaba de agitar un abanico sobre la misma.
—¡Vamos, con más vigor! —le decía el cocinero, para que enviara aquel delicioso aroma en dirección a una ventana cercana.
El viejo truco de atraer a los clientes con el poderoso aroma de un buen curry, una estrategia clásica con la cual llenar los locales a la hora de la cena. Efectivo por cuanto la brisa y las propias piernas del cliente harían casi todo el trabajo.
El olor de la comida recién hecha también se dispersaba por la posada, por lo que la mayoría de los clientes se veían alertados de la cena por su olfato. Aunque para algunos como Kazuma, que yacía dormitando, una chiquilla de voz enérgica y con una campanita de metal, paseaba por los pasillos avisando que la cena seria servida en el salón-comedor.
Aquel era el momento justo para ubicar una buena mesa y hacerse con un poco de comida.