29/11/2018, 01:35
El ruido era un anticipo de una abundante comida. Así lo presintió Kazuma mientras abandonaba su habitación con rumbo al comedor. Aquella sala estaba abarrotada y poco falto para que se quedase sin asiento, pues termino confinado a un extremo de una mesa cercana a la pared. Con lo que parecían ser todos los clientes reunidos, la muchachita que había estado en los pasillos toco una pequeña pero ruidosa campana sobre la barra, dando por iniciada la cena.
Algunos esperaban en sus mesas a que les llevasen los alimentos, para evitar un desorden mayor, pues los menos se arrojaban con sus platos hacia la barra, en busca de ser los primeros en llenar sus estómagos.
—Pues yo no puedo esperar a que me digan si el sabor está a la altura del aroma —le respondió el cocinero a Geki, mientras le servía una bandeja con dos tazones, uno de arroz condimentado y uno de curri—. Date gusto muchacho, y no dudes en pedir más si más necesitas para estar lleno.
Quienes atendían el local se movían con velocidad de un sitio a otro, llevando bebidas y bandejas. Todo esto mientras mantenían un trato cordial y animado. Solo una persona yacía parcialmente quieta; una mujer de mediana edad que se había sentado en una esquina, en un pequeño taburete y con las manos ocupadas en un saco con varios tubos de madera saliendo de ellas.
—Buenas noches, viajeros de los más diversos parajes —saludo, con una voz poderosa, pero de tono agradable, casi maternal—. ¿Les gustaría acompañar esta cálida cena con un poco de música suave?
Kazuma se encontraba devorando un trozo de pan de maíz cuando alzo la vista hacia la esquina contraria. Todos podían ver a aquella mujer de amplio vestido y abundante cabellera; y era seguro que todos deseaban escucharle y que solo había preguntado para conocer el ánimo general. El joven no se animó mucho, y prefirió centrar su atención en el tazón de guiso humeante y en un pequeño plato colmado de verduras encurtidas.
La gente lo deseaba, el ambiente mismo lo deseaba; solo se necesitaba el impulso y el clamor del público, que diera el visto bueno a la interprete.
Algunos esperaban en sus mesas a que les llevasen los alimentos, para evitar un desorden mayor, pues los menos se arrojaban con sus platos hacia la barra, en busca de ser los primeros en llenar sus estómagos.
—Pues yo no puedo esperar a que me digan si el sabor está a la altura del aroma —le respondió el cocinero a Geki, mientras le servía una bandeja con dos tazones, uno de arroz condimentado y uno de curri—. Date gusto muchacho, y no dudes en pedir más si más necesitas para estar lleno.
Quienes atendían el local se movían con velocidad de un sitio a otro, llevando bebidas y bandejas. Todo esto mientras mantenían un trato cordial y animado. Solo una persona yacía parcialmente quieta; una mujer de mediana edad que se había sentado en una esquina, en un pequeño taburete y con las manos ocupadas en un saco con varios tubos de madera saliendo de ellas.
—Buenas noches, viajeros de los más diversos parajes —saludo, con una voz poderosa, pero de tono agradable, casi maternal—. ¿Les gustaría acompañar esta cálida cena con un poco de música suave?
Kazuma se encontraba devorando un trozo de pan de maíz cuando alzo la vista hacia la esquina contraria. Todos podían ver a aquella mujer de amplio vestido y abundante cabellera; y era seguro que todos deseaban escucharle y que solo había preguntado para conocer el ánimo general. El joven no se animó mucho, y prefirió centrar su atención en el tazón de guiso humeante y en un pequeño plato colmado de verduras encurtidas.
La gente lo deseaba, el ambiente mismo lo deseaba; solo se necesitaba el impulso y el clamor del público, que diera el visto bueno a la interprete.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)