8/12/2018, 23:58
Al Morikage le cosquilleó la palma de la mano cuando Juro le reprochó no haberle dejado terminar de hablar. La tentación de asestarle una colleja en aquel preciso instante fue intensa, pero la urgencia de la situación era aún mayor por lo que se contuvo.
Al parecer, el Bijū se había comunicado con Datsue y con Juro porque necesitaba avisar a sus congéneres de las intenciones de aquel tal Kurama. Sin embargo, lo más sorprendente, e interesante a partes iguales, de aquel relato fue lo que contó a continuación:
—Un Bijū... Una Bestia con Colas... ¿Con aparentes buenos modales y queriendo vivir en paz? —repitió, completamente estupefacto, y volvió a llevarse la mano al mentón, pensativo. Al final pareció tomar una decisión, porque asintió para sí mismo y volvió a clavar sus ojos en el muchacho que tenía enfrente de sí—. Juro, seguimos hablando de un Bijū. De hecho, estamos hablando del mismo monstruo que arrasó con la que ahora conocemos como la Ciudad Fantasma, en el País de la Tormenta, con todas las vidas de niños, adultos, ancianos, civiles o ninjas que eso implica. Por muy "humano" que te pueda parecer, sigue siendo una Bestia. Y por tu bien, y por el de todos nosotros, por favor, no olvides eso. Y mucho menos si vuelves a... escucha la voz del Nanabi o la de cualquier otro.
Después de eso, el Uchiha había tratado de engañar al Bijū, con catastróficos resultados y terminando por perderle el rastro. La dirección que habría de tomar a partir de entonces parecía ser una incógnita, pero parecía estar dirigiéndose hacia el este o el sur si las posibilidades eran el País del Rayo o el País del Remolino.
«Mientras no se acerque al norte, todo irá bien.» Asintió Kenzou para sí, volviendo a sentarse.
Entrelazó los dedos de las manos y entrecerró los ojos en una mueca difícil de interpretar.
—Bien. Has hecho muy buen trabajo consiguiendo toda esta información y transmitiéndomela de inmediato, Juro. Al igual que tu compañero, el joven Daigo. ¿Hay algo más que deba saber al respecto?
Al parecer, el Bijū se había comunicado con Datsue y con Juro porque necesitaba avisar a sus congéneres de las intenciones de aquel tal Kurama. Sin embargo, lo más sorprendente, e interesante a partes iguales, de aquel relato fue lo que contó a continuación:
—Un Bijū... Una Bestia con Colas... ¿Con aparentes buenos modales y queriendo vivir en paz? —repitió, completamente estupefacto, y volvió a llevarse la mano al mentón, pensativo. Al final pareció tomar una decisión, porque asintió para sí mismo y volvió a clavar sus ojos en el muchacho que tenía enfrente de sí—. Juro, seguimos hablando de un Bijū. De hecho, estamos hablando del mismo monstruo que arrasó con la que ahora conocemos como la Ciudad Fantasma, en el País de la Tormenta, con todas las vidas de niños, adultos, ancianos, civiles o ninjas que eso implica. Por muy "humano" que te pueda parecer, sigue siendo una Bestia. Y por tu bien, y por el de todos nosotros, por favor, no olvides eso. Y mucho menos si vuelves a... escucha la voz del Nanabi o la de cualquier otro.
Después de eso, el Uchiha había tratado de engañar al Bijū, con catastróficos resultados y terminando por perderle el rastro. La dirección que habría de tomar a partir de entonces parecía ser una incógnita, pero parecía estar dirigiéndose hacia el este o el sur si las posibilidades eran el País del Rayo o el País del Remolino.
«Mientras no se acerque al norte, todo irá bien.» Asintió Kenzou para sí, volviendo a sentarse.
Entrelazó los dedos de las manos y entrecerró los ojos en una mueca difícil de interpretar.
—Bien. Has hecho muy buen trabajo consiguiendo toda esta información y transmitiéndomela de inmediato, Juro. Al igual que tu compañero, el joven Daigo. ¿Hay algo más que deba saber al respecto?