9/12/2018, 03:54
(Última modificación: 9/12/2018, 03:56 por Hanamura Kazuma. Editado 1 vez en total.)
Una complicación fue solventada y otra más se manifestaba en la forma de un sol huidizo y de trayectoria imposible de rastrear. Kazuma suspiro, mientras la luz moría y la oscuridad comenzaba su reinado, mientras el viento se hacía mucho más frio.
—Y así el mundo se equilibra por mano de la justicia —reflexiono para sí mismo—. El bosque ha resuelto unos de mis problemas, y es natural que en su lugar me otorgue otro.
En un principio se lo tomo con una calma tan sólida como habitual, pero la naturaleza nocturna del bosque no tardo en mellar lo férreo en su voluntad. Los sonidos eran inquietantes, y la oscuridad lo envolvía todo como una red de la que no se podía escapar y en donde era permanentemente observado. Los instintos imperaron sobre la razón, y aquello lo condujo a tratar de marchar a ciegas a través de la noche.
—Esto no es tan grave —se dijo, sabiendo que era verdad; y, aun así, sintiendo que su situación le hacía sentirse inquieto.
De pronto, algo atrapo su pie y le derribo. Se revisó, sintiendo que se había hecho sangre en una rodilla, pero sin poder ver claramente. Lo que sí pudo ver fue el obstáculo causante: una bandana, una bandana ninja, desgastada y abandonada, aparentemente, hacía mucho tiempo.
—... perturbador…
Su fatigado ser divergía en dos senderos: una parte le llevaba hacia el pánico y el temor, el de un chiquillo que jamás había pasado una noche en el bosque y que no quería pensar en que había pasado con el anterior dueño de aquella bandana. Por otra, trataba de guiarse por la razón, por el aplomo y determinación por las que le habían alabado.
Ante la indecisión, su cuerpo se quedó estático y se sentó sobre sus talones, buscando en la postura y en la respiración algo de paz y determinación.
—Y así el mundo se equilibra por mano de la justicia —reflexiono para sí mismo—. El bosque ha resuelto unos de mis problemas, y es natural que en su lugar me otorgue otro.
En un principio se lo tomo con una calma tan sólida como habitual, pero la naturaleza nocturna del bosque no tardo en mellar lo férreo en su voluntad. Los sonidos eran inquietantes, y la oscuridad lo envolvía todo como una red de la que no se podía escapar y en donde era permanentemente observado. Los instintos imperaron sobre la razón, y aquello lo condujo a tratar de marchar a ciegas a través de la noche.
—Esto no es tan grave —se dijo, sabiendo que era verdad; y, aun así, sintiendo que su situación le hacía sentirse inquieto.
De pronto, algo atrapo su pie y le derribo. Se revisó, sintiendo que se había hecho sangre en una rodilla, pero sin poder ver claramente. Lo que sí pudo ver fue el obstáculo causante: una bandana, una bandana ninja, desgastada y abandonada, aparentemente, hacía mucho tiempo.
—... perturbador…
Su fatigado ser divergía en dos senderos: una parte le llevaba hacia el pánico y el temor, el de un chiquillo que jamás había pasado una noche en el bosque y que no quería pensar en que había pasado con el anterior dueño de aquella bandana. Por otra, trataba de guiarse por la razón, por el aplomo y determinación por las que le habían alabado.
Ante la indecisión, su cuerpo se quedó estático y se sentó sobre sus talones, buscando en la postura y en la respiración algo de paz y determinación.
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