17/12/2018, 01:52
Higeki probablemente se sintió algo intimidado por la pregunta de su compañero. No podían culparlo. Después de tantas burlas, de tanto acoso sufrido, del estigma que los demás sembraron en él, lo último que necesitaba Higeki ere rememorar aquellos dolorosos momentos y menos para compartirlos con un desconocido con el que era poco probable volver a cruzarse después de que terminaran un poco. Quiso balbucear algo, se detuvo de sus ejercicios y luego se volteó para seguir a lo suyo, sin poder responder correctamente a la pregunta. "¿Se va a quedar callado igual que cuando veníamos en la carreta? ¡Maldita sea no otra vez!" Rōga infló los cachetes, molesto, pero siguió con sus estiramientos por aparte.
Dentro, de la casa, la señora y Karamaru conversaban mientras preparaban la cena.
—Eso es porque probablemente dentro de unos años ya no quede nadie en ese lugar— Aquella frase podía sonar siniestra, pero la señora se mantenía calmada y sonriente mientras lavaba y destajaba el pollo. —Fukui era un pueblo de comerciantes y gente que vive de los trueques, aunque muchas de las generaciones jóvenes que no desean sentirse obligados a mantener un estilo de vida determinado decidieron mudarse. Yo misma doy fe de ello, solía vivir ahí, pero cuando conocí a Uruku en uno de mis tantos viajes, decidí dejar atrás el pueblo y al casarnos fundamos esta granja— Sazonó un poco el pollo y lo colocó en una bandeja, cubriéndolo con plástico y dejándolo en reposo para que se marinara mientras pasaba a picar el resto de verduras. —Con el tiempo, me enteré que varios de mis contemporáneos también se fueron marchando... Hoy en día no encontrarás nadie en Fukui con menos de cincuenta años encima.
»Mi propia madre murió apenas hace tres años, y mi hermana que era la única que la cuidaba, se fue a vivir a Shinogi-To al no tener nada más que la atase al poblado.
Una vez teniendo todos los vegetales listos, decidió lavarnos nuevamente con un colador y los pondría a cocer.
—En el caso de Atsuki, no estoy muy enterada pero parece que tanto su hijo y su mujer son shinobis de Amegakure de alto rango o algo así, por lo que apenas tenían tiempo para atender a su pequeña. Él detesta bastante el clima lluvioso, así que decidió quedarse en Fukui mientras cuidaba a Warakko. Atsuki siempre insiste que es la pequeña chispa de juventud que hará resurgir a su pueblo cómo la gran sede mercantil que fue antaño y heredarle el negocio familiar—. Terminó su relato mientras se lavaba las manos.
Dentro, de la casa, la señora y Karamaru conversaban mientras preparaban la cena.
—Eso es porque probablemente dentro de unos años ya no quede nadie en ese lugar— Aquella frase podía sonar siniestra, pero la señora se mantenía calmada y sonriente mientras lavaba y destajaba el pollo. —Fukui era un pueblo de comerciantes y gente que vive de los trueques, aunque muchas de las generaciones jóvenes que no desean sentirse obligados a mantener un estilo de vida determinado decidieron mudarse. Yo misma doy fe de ello, solía vivir ahí, pero cuando conocí a Uruku en uno de mis tantos viajes, decidí dejar atrás el pueblo y al casarnos fundamos esta granja— Sazonó un poco el pollo y lo colocó en una bandeja, cubriéndolo con plástico y dejándolo en reposo para que se marinara mientras pasaba a picar el resto de verduras. —Con el tiempo, me enteré que varios de mis contemporáneos también se fueron marchando... Hoy en día no encontrarás nadie en Fukui con menos de cincuenta años encima.
»Mi propia madre murió apenas hace tres años, y mi hermana que era la única que la cuidaba, se fue a vivir a Shinogi-To al no tener nada más que la atase al poblado.
Una vez teniendo todos los vegetales listos, decidió lavarnos nuevamente con un colador y los pondría a cocer.
—En el caso de Atsuki, no estoy muy enterada pero parece que tanto su hijo y su mujer son shinobis de Amegakure de alto rango o algo así, por lo que apenas tenían tiempo para atender a su pequeña. Él detesta bastante el clima lluvioso, así que decidió quedarse en Fukui mientras cuidaba a Warakko. Atsuki siempre insiste que es la pequeña chispa de juventud que hará resurgir a su pueblo cómo la gran sede mercantil que fue antaño y heredarle el negocio familiar—. Terminó su relato mientras se lavaba las manos.