18/12/2018, 17:08
Para alivio de Kokuō, la muchacha no volvió a hablar más y el silencio inundó el puerto con una marea de calma. Así, pudo deleitarse con el sonido de las olas del mar y los graznidos de las gaviotas, algo de lo que tanto tiempo estuvo privada. En aquellos instantes, cualquier nimio y mínimo detalle era un tesoro que debía disfrutar en toda su plenitud. Aunque en aquella imagen idealizada suya sobraban los barcos y los humanos, pero no todo podía ser perfecto.
«Pronto los perderé de vista a todos.» Asintió para sí, anhelante. «Pronto podré vivir en paz.»
Y parecía que el momento se acercaba más rápido de lo previsto, pues el capataz del barco estaba comenzando a llamar a los pasajeros para que subieran a bordo. Kokuō se levantó y dio un pequeño salto para bajar del montón de cajas, ni siquiera reparó en que la otra chica ya se había marchado, y se dirigió con prestos pasos hacia el navío que habría de llevarla al País del Agua. Hacia su tan ansiada libertad.
No podía siquiera sospechar que esa ansiada libertad le sabría a poco...
«Pronto los perderé de vista a todos.» Asintió para sí, anhelante. «Pronto podré vivir en paz.»
Y parecía que el momento se acercaba más rápido de lo previsto, pues el capataz del barco estaba comenzando a llamar a los pasajeros para que subieran a bordo. Kokuō se levantó y dio un pequeño salto para bajar del montón de cajas, ni siquiera reparó en que la otra chica ya se había marchado, y se dirigió con prestos pasos hacia el navío que habría de llevarla al País del Agua. Hacia su tan ansiada libertad.
No podía siquiera sospechar que esa ansiada libertad le sabría a poco...