7/01/2019, 00:04
Era curioso. Bastante curioso.
Así como Roga volvía de su aventura del País del Rayo, Umikiba Kaido estaba dirigiéndose, por el contrario, a la suya. Su destino: la Villa de las Aguas Termales. El de Roga: su aldea, Amegakure no sato.
El gyojin se detuvo en seco cuando sus caminos se cruzaron. Perplejo y pétreo como una de esas estatuas de Oni que hacían vida en lo más alto del edificio de la Arashikage. Observaba la bandana, con cuatro líneas verticales, que lo identificaban como un amejin. Maldijo para sus adentros. ¿Qué probabilidades había? Si ese tipo estaba volviendo desde el este, quería decir que no había tenido tiempo de haber sido informado de su exilio. Por contraproducente que pudiera parecer, aquello le daba cierta tranquilidad. La suficiente, como para no tener que rajarle el cuello y evitar contratiempos.
Kaido iba vestido con su conjunto habitual. No tenía bandana alguna que le identificara, pero en ocasiones no le hacía falta para que algún hijo de la lluvia, como él, le reconociera. ¿Lo haría así aquel muchacho? ¿acaso sabía quién diablos era el Tiburón de Amegakure?
Así como Roga volvía de su aventura del País del Rayo, Umikiba Kaido estaba dirigiéndose, por el contrario, a la suya. Su destino: la Villa de las Aguas Termales. El de Roga: su aldea, Amegakure no sato.
El gyojin se detuvo en seco cuando sus caminos se cruzaron. Perplejo y pétreo como una de esas estatuas de Oni que hacían vida en lo más alto del edificio de la Arashikage. Observaba la bandana, con cuatro líneas verticales, que lo identificaban como un amejin. Maldijo para sus adentros. ¿Qué probabilidades había? Si ese tipo estaba volviendo desde el este, quería decir que no había tenido tiempo de haber sido informado de su exilio. Por contraproducente que pudiera parecer, aquello le daba cierta tranquilidad. La suficiente, como para no tener que rajarle el cuello y evitar contratiempos.
Kaido iba vestido con su conjunto habitual. No tenía bandana alguna que le identificara, pero en ocasiones no le hacía falta para que algún hijo de la lluvia, como él, le reconociera. ¿Lo haría así aquel muchacho? ¿acaso sabía quién diablos era el Tiburón de Amegakure?