14/01/2019, 05:57
(Última modificación: 14/01/2019, 21:42 por Sagiso Ranko. Editado 1 vez en total.)
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Ese Hoyōbi de Bienvenida arrastraba todavía alguna que otra brisa fría desde el invierno, y Ranko sentía cada una de ellas hasta el fondo de sus pulmones.
—Cuatro. —dijo al llegar al borde del puente. Frente a sí había un bosque que incorporaba lentamente más y más coníferas. Sentía el viento dominar tal bosque, con un aire místico. Se imaginó aventureros solemnes viajando a caballo, con espadas de doble filo en sus cintos.
La kunoichi dio la vuelta y emprendió carrera de nuevo, recorriendo a toda velocidad el largo del puente Kannabi una vez más. Sentía la energía fluir por sus piernas, pateando el mundo como intentando dejarlo detrás. Había salido de Kusagakure para explorar de nuevo, esta vez intentando enfocarse más en entrenar en el camino. Había escuchado (y visto en algún mapa) el puente Kannabi, aquel una vez destruido y reconstruido que unía el Bosque de Hongos del País del Bosque con el Bosque de la Hoja, de País del Remolino. Verdadera tierra neutral.
Vestía una blusa verde olivo sin mangas, junto con el largo cinto verde oscuro que cubría desde el inicio de sus caderas hasta la mitad de su torso, sus protectores de cuero en los antebrazos, y su pantalón negro de artes marciales. Llevaba una mochila a la espalda, y su equipo ninja a la cintura y cadera. No había visto a ninguna otra persona por un buen rato, lo cual le alegraba. No había tenido problemas para interactuar con otros en el camino, pues había logrado exitosamente huir de cualquier encuentro social no necesario. Era una especie de habilidad: ser notablemente alta, tener una presencia notablemente baja.
—Cinco. —susurró al llegar al otro lado del puente. Frente a sí había un bosque de aires familiares, lleno de árboles que ya había visto y entre los cuales había viajado muchas veces con anterioridad. La brisa que salía de él le daba una impresión de antigüedad diferente: no imaginaba aventureros a caballo, sino aventureros saltando ágilmente entre las rocas, con dagas en lugar de espadas.
Dio la vuelta y emprendió carrera de nuevo. Allí, sobre el acantilado que separaba los Países, Ranko se sintió libre y fuerte. El creciente dolor de sus músculos le inspiraba a ejercitarse más y más. A ser cada vez mejor. A estar un paso más de la leyenda que quería ser algún día.
”Cada vez más cerca… Más cerca de vencer a Kuumi…”
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