14/01/2019, 11:03
Heki estaba muy emocionado. Esta era la primera vez que su tío le había dado carta blanca, podría viajar solo, aunque fuera de camino a casa. El hecho de licenciarse como genin había tranquilizado un poco al huraño tío Hiru, y el hecho de entrenar con él para mejorar había hecho que su tío comprobara las capacidades de Heki y cuanto había mejorado desde que entró en la academia.
En el viaje de ida hacía el punto de encuentro con el cliente misterioso del tío Hiru fue bastante cómodo. La carroza era algo lenta, pero viajar cómodamente sentado compensa esa lentitud. Lo que quizá no compensara es la ristra de preguntas sobre geografía e historia que el tío Hiru lanzaba al muchacho. Entre esas lecciones estaba el puente Kannabi, que no quedaba lejos del camino de ida y que unía el Bosque de Hongos del con el Bosque de la Hoja, marcando un cruce de frontera entre el País del Bosque y el País del Remolino. Según el tío, salvaba el acantilado enorme que separaba ambos boques.
Heki sentía curiosidad sobre este puente, como sería de grande y si estaría vigilado, pero hacer este tipo de preguntas a su tío podía significar una larga y aburrida charla que poco tiene que ver con la pregunta principal, así que decidió que se desviaría de su ruta a casa para poder verlo con sus propios ojos.
Esa mañana el joven se vistió rápidamente y bajo a despedirse de su tío, mientras tomaba algo de comida y bebida para el camino. Como no había traído apenas equipaje, tan solo tenía las muñequeras de color verde oscuro, y su pañuelo-cinturón a juego. La chaqueta le sería útil para el viaje, al fin y al cabo, el día había amanecido soleado pero frío. Abrochó su cremallera hasta arriba del todo y extendió las mangas para abrigarse más, al menos hasta haber entrado en calor. Nada que una buena carrera no pudiera arreglar. El clima en el bosque es algo distinto al clima en un lugar abierto. Los arboles dan sombra, reduciendo un poco la temperatura en las partes más frondosas donde el sol penetra de forma irregular entre las copas de los árboles. La ventaja es que el viento también frena un poco su paso, esquivando los troncos que hacen de parapeto y producen silbidos de vez en cuando. Conforme el bosque termina para dar paso al acantilado, el sol se deja ver con más intensidad, pero también el viento reclama su lugar.
Heki se detiene cerca del puente, resuella un poco así que aprovecha para tomar aliento. A pocos metros de él, un gran puente de madera une la tierra separada por un acantilado. Se acerca a la carrera hacia el inicio del puente, dispuesto al menos a andar sobre él. Uno no corre durante tanto tiempo tan solo para ver un puente a lo lejos.
“Debe ser aquí, es el único puente que se ve” piensa el chico mientras se acerca andando. Con cierta desconfianza se acerca un poco más, hasta casi tocar una de sus barandas de madera. “no parece que haya nadie guardando…” Se da cuenta entonces de que no está solo en el puente. Alguien se dirige hacia él a l carrera. De manera instintiva el chico piensa en huir, pero dar la espalda quizá no sea una buena opción. Su mano izquierda busca en su portaobjetos un kunai, y lo empuña firmemente en posición de defensa.
Una vez armado se siente algo más confiado, y observa como a la carrera se acerca una mujer. “Tranquilo, no has hecho nada malo” .se dice a sí mismo el muchacho mientras aprieta la mandíbula y se tensa. Una pequeña gota de sudor resbala por su frente, su estómago está algo revuelto. “Esto no es la academia, ni siquiera es un entrenamiento. Esto es la vida real. Si no se detiene tendré que defenderme” .
En el viaje de ida hacía el punto de encuentro con el cliente misterioso del tío Hiru fue bastante cómodo. La carroza era algo lenta, pero viajar cómodamente sentado compensa esa lentitud. Lo que quizá no compensara es la ristra de preguntas sobre geografía e historia que el tío Hiru lanzaba al muchacho. Entre esas lecciones estaba el puente Kannabi, que no quedaba lejos del camino de ida y que unía el Bosque de Hongos del con el Bosque de la Hoja, marcando un cruce de frontera entre el País del Bosque y el País del Remolino. Según el tío, salvaba el acantilado enorme que separaba ambos boques.
Heki sentía curiosidad sobre este puente, como sería de grande y si estaría vigilado, pero hacer este tipo de preguntas a su tío podía significar una larga y aburrida charla que poco tiene que ver con la pregunta principal, así que decidió que se desviaría de su ruta a casa para poder verlo con sus propios ojos.
Esa mañana el joven se vistió rápidamente y bajo a despedirse de su tío, mientras tomaba algo de comida y bebida para el camino. Como no había traído apenas equipaje, tan solo tenía las muñequeras de color verde oscuro, y su pañuelo-cinturón a juego. La chaqueta le sería útil para el viaje, al fin y al cabo, el día había amanecido soleado pero frío. Abrochó su cremallera hasta arriba del todo y extendió las mangas para abrigarse más, al menos hasta haber entrado en calor. Nada que una buena carrera no pudiera arreglar. El clima en el bosque es algo distinto al clima en un lugar abierto. Los arboles dan sombra, reduciendo un poco la temperatura en las partes más frondosas donde el sol penetra de forma irregular entre las copas de los árboles. La ventaja es que el viento también frena un poco su paso, esquivando los troncos que hacen de parapeto y producen silbidos de vez en cuando. Conforme el bosque termina para dar paso al acantilado, el sol se deja ver con más intensidad, pero también el viento reclama su lugar.
Heki se detiene cerca del puente, resuella un poco así que aprovecha para tomar aliento. A pocos metros de él, un gran puente de madera une la tierra separada por un acantilado. Se acerca a la carrera hacia el inicio del puente, dispuesto al menos a andar sobre él. Uno no corre durante tanto tiempo tan solo para ver un puente a lo lejos.
“Debe ser aquí, es el único puente que se ve” piensa el chico mientras se acerca andando. Con cierta desconfianza se acerca un poco más, hasta casi tocar una de sus barandas de madera. “no parece que haya nadie guardando…” Se da cuenta entonces de que no está solo en el puente. Alguien se dirige hacia él a l carrera. De manera instintiva el chico piensa en huir, pero dar la espalda quizá no sea una buena opción. Su mano izquierda busca en su portaobjetos un kunai, y lo empuña firmemente en posición de defensa.
Una vez armado se siente algo más confiado, y observa como a la carrera se acerca una mujer. “Tranquilo, no has hecho nada malo” .se dice a sí mismo el muchacho mientras aprieta la mandíbula y se tensa. Una pequeña gota de sudor resbala por su frente, su estómago está algo revuelto. “Esto no es la academia, ni siquiera es un entrenamiento. Esto es la vida real. Si no se detiene tendré que defenderme” .