21/01/2019, 20:15
Entre trueno y trueno, unos quedos toques en la puerta del despacho despertaron a Yui de su inmersión en la tormenta. La líder, empapada de pies a cabeza, alzó sus manos para escurrir sus cabellos oscuros antes de entrar en sus dependencias y cerró el balcón tras de sí, enmudeciendo de inmediato los rugidos de Amenokami.
—¡Adelante, pasa! —gritó, y su voz sonó tan cortante como el acero mejor afilado.
Cuando Karamaru obedeciera la orden se encontraría en una sala espaciosa que culminaban en aquellos enormes ventanales ahora cerrados y que daban lugar a un balcón de barandillas de piedra pulida. Forrando las paredes había multitud de estanterías, llenas hasta sus topes de volúmenes de diversa índole y archivadores, y en el mismo centro del despacho se alzaba una mesa de ébano acompañada de dos sillas y un sillón.
Empapada como estaba, la Arashikage lucía una apariencia aún más asalvajada de lo habitual. Era una mujer alta y de músculos marcados. Sus cabellos negros, ahora enmarañados, caían como una cascada sobre sus hombros, calando de agua el uniforme oficial de Arashikage. Aunque aquel detalle no parecía importarle lo más mínimo. Lo que más destacaba de ella era, sin duda alguna, aquellas cuatro prominentes cicatrices que lucía en la frente: cuatro líneas verticales que representaban el símbolo de Amegakure... grabado a fuego.
—¡Adelante, pasa! —gritó, y su voz sonó tan cortante como el acero mejor afilado.
Cuando Karamaru obedeciera la orden se encontraría en una sala espaciosa que culminaban en aquellos enormes ventanales ahora cerrados y que daban lugar a un balcón de barandillas de piedra pulida. Forrando las paredes había multitud de estanterías, llenas hasta sus topes de volúmenes de diversa índole y archivadores, y en el mismo centro del despacho se alzaba una mesa de ébano acompañada de dos sillas y un sillón.
Empapada como estaba, la Arashikage lucía una apariencia aún más asalvajada de lo habitual. Era una mujer alta y de músculos marcados. Sus cabellos negros, ahora enmarañados, caían como una cascada sobre sus hombros, calando de agua el uniforme oficial de Arashikage. Aunque aquel detalle no parecía importarle lo más mínimo. Lo que más destacaba de ella era, sin duda alguna, aquellas cuatro prominentes cicatrices que lucía en la frente: cuatro líneas verticales que representaban el símbolo de Amegakure... grabado a fuego.