28/01/2019, 21:42
Le costaba un jodido mundo admitirlo, pero había mordido más de lo que podía masticar. Quería verle la cara a su contendiente, quería mostrar esa mirada desafiante que siempre le caracterizó, pero el ímpetu no era suficiente para salir adelante, la carne tenía sus límites. Y aún así, en sus últimos momentos de lucidez, escuchó aquellas palabras del tiburón que se le antojaban como un añoranza tergiversada. ¿Su verdugo sería al última persona que iba a aleccionarlo por sus errores? No podía aceptarlo, no podía. "No de ÉL." Era inconcebible que alguien que renegó de los suyos osara pisar su dignidad, no había derecho alguno en ello. ¿Ni siquiera se iba a atrever a darle un remate? Aparentemente optó por dejarlo pudrirse en medio de su lecho de muerte, dando pie a un quizás más turbio que esperanzador.
El simple deseo de darle un puñetazo en la cara, le mantenía ardiendo, pero la entereza no era suficiente si el cuerpo no cooperaba. Fue así, que cuando Kaido se marchó, las últimas fuerzas que le quedaban se esfumaron junto a él. Su cerebro se apagó, desconectando su conciencia de la realidad, presa del dolor...
...dolor que luego estaría agradecido de sentir.
Despertó, por el mismo ardor que hace nada le había tumbado. Se sentó poco a poco en la cama y temeroso, quiso verse los brazos, aunque estos ahora se encontraban envueltos en gasa y algún ungüento extraño. Miro a todos lados y a ninguno, ¿cómo?, o mejor dicho. "Who?" Se encogió de pronto, por el malestar. "¿Qué mierda?" No sabía que se sentía peor, si las quemaduras o el orgullo roto a pedazos.
Abrió nuevamente los ojos, dejando que la lumbrera del fuego le guiase. ¿Algún aldeano lo encontró y lo llevó al pueblo? "No." Los arrozales estaban demasiado lejos, además que aquel lugar parecía abandonado mucho tiempo atrás. "¿Cuanto tiempo ha pasado?" ¿Horas, días? Ni siquiera sabía si era de mañana o de noche. Demasiadas preguntas para un sólo momento, aunque sus dudas se volvieron irrelevantes cuando el recuerdo de sus últimos momentos pasaron de nuevo por su cabeza.
Apretó los dientes, aún cuando siquiera mover los músculos de la cara era una tortura. Agachó la cabeza y quiso golpear el colchón con su dañado brazo.
Mala idea.
—FUUUUCK!— Un grito gutural, forzando las cuerdas vocales. "¿¡NI SIQUIERA PUEDO DESAHOGARME!?" Maldecía su suerte, maldecía no poder dar la talla en un momento crucial, maldecía que tener que cargar con eso.
Frustrado, se acostó de nuevo en aquella vieja cama, derramando lágrimas que empezaron a resbalarse hasta la almohada.
El simple deseo de darle un puñetazo en la cara, le mantenía ardiendo, pero la entereza no era suficiente si el cuerpo no cooperaba. Fue así, que cuando Kaido se marchó, las últimas fuerzas que le quedaban se esfumaron junto a él. Su cerebro se apagó, desconectando su conciencia de la realidad, presa del dolor...
...dolor que luego estaría agradecido de sentir.
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Despertó, por el mismo ardor que hace nada le había tumbado. Se sentó poco a poco en la cama y temeroso, quiso verse los brazos, aunque estos ahora se encontraban envueltos en gasa y algún ungüento extraño. Miro a todos lados y a ninguno, ¿cómo?, o mejor dicho. "Who?" Se encogió de pronto, por el malestar. "¿Qué mierda?" No sabía que se sentía peor, si las quemaduras o el orgullo roto a pedazos.
Abrió nuevamente los ojos, dejando que la lumbrera del fuego le guiase. ¿Algún aldeano lo encontró y lo llevó al pueblo? "No." Los arrozales estaban demasiado lejos, además que aquel lugar parecía abandonado mucho tiempo atrás. "¿Cuanto tiempo ha pasado?" ¿Horas, días? Ni siquiera sabía si era de mañana o de noche. Demasiadas preguntas para un sólo momento, aunque sus dudas se volvieron irrelevantes cuando el recuerdo de sus últimos momentos pasaron de nuevo por su cabeza.
Apretó los dientes, aún cuando siquiera mover los músculos de la cara era una tortura. Agachó la cabeza y quiso golpear el colchón con su dañado brazo.
Mala idea.
—FUUUUCK!— Un grito gutural, forzando las cuerdas vocales. "¿¡NI SIQUIERA PUEDO DESAHOGARME!?" Maldecía su suerte, maldecía no poder dar la talla en un momento crucial, maldecía que tener que cargar con eso.
Frustrado, se acostó de nuevo en aquella vieja cama, derramando lágrimas que empezaron a resbalarse hasta la almohada.