31/01/2019, 14:07
Finalmente, Karamaru se derrumbó y se arrojó al suelo suplicando el perdón de la Arashikage. La mujer se había cruzado de brazos y clavaba sus ojos en el muchacho, como si estuviera evaluando qué debía hacer con él.
—Más te vale que no vuelva a repetirse... ¡Si es que sabes lo que te conviene! —gritó, bajando de golpe los brazos y volviéndose hacia su escritorio—. ¡Ahora toma asiento antes de que cambie de opinión y te mande a fregar suelos junto a Nagisa!
Yui se sentó en su sillón de cuero negro y apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos.
—Te he llamado porque tengo una misión para ti, Habaki Karamaru. Según tengo entendido, eres un shinobi usuario de Doton, ¿me equivoco?
No. Era evidente que no se equivocaba. Así constaba en el expediente del muchacho. Aunque por el momento no había resultado especialmente brillante, no tanto como su calva al menos, sí que resultaba interesante por la variedad de elementos que era capaz de controlar. Tres, nada más y nada menos. Eso era algo de lo que muy pocos shinobi podían alardear. Y que pudiera utilizar el elemento de la tierra le convertía en el sujeto idóneo para aquella misión.
—Dime, Karamaru. ¿Estás enterado del incidente ocurrido en el Valle del Fin con la estatua de Sumizu Kouta?
—Más te vale que no vuelva a repetirse... ¡Si es que sabes lo que te conviene! —gritó, bajando de golpe los brazos y volviéndose hacia su escritorio—. ¡Ahora toma asiento antes de que cambie de opinión y te mande a fregar suelos junto a Nagisa!
Yui se sentó en su sillón de cuero negro y apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos.
—Te he llamado porque tengo una misión para ti, Habaki Karamaru. Según tengo entendido, eres un shinobi usuario de Doton, ¿me equivoco?
No. Era evidente que no se equivocaba. Así constaba en el expediente del muchacho. Aunque por el momento no había resultado especialmente brillante, no tanto como su calva al menos, sí que resultaba interesante por la variedad de elementos que era capaz de controlar. Tres, nada más y nada menos. Eso era algo de lo que muy pocos shinobi podían alardear. Y que pudiera utilizar el elemento de la tierra le convertía en el sujeto idóneo para aquella misión.
—Dime, Karamaru. ¿Estás enterado del incidente ocurrido en el Valle del Fin con la estatua de Sumizu Kouta?