5/02/2019, 19:29
Sin embargo, no llegó a dar más de dos pasos antes de que una voz llamara su atención:
—¡Oye!
Ayame se giró a tiempo de ver a un chico de lo más excéntrico acercándose a ella entre zancadas. De hecho, tanto era así que la muchacha no pudo evitar pegar un pequeño saltito hacia atrás, sobresaltada. Era más joven que ella, eso quedaba claro por su estatura y su apariencia más aniñada, y tenía los ojos de un brillante color dorado. Pero lo más llamativo de su aspecto y lo que le daba aquella apariencia de pandillero era su pelo, de color azul oscuro y con mechones rubios y blancos que caían sobre el lateral de su cabeza, y su indumentaria. Parecía que acababa de topar con un gamberro...
Si no fuera por la bandana de Amegakure que llevaba anudada al cuello, habría temido que intentara atracarla o algo por el estilo.
—Si dependes mucho de eso nunca te acostumbrarás al agua —le dijo, señalando al paraguas que portaba.
Y lo inverosímil de la situación hizo que Ayame soltara una carcajada. ¡Un chaval con aspecto de gamberro se le acababa de acercar para hablarle de su paraguas! ¡Para avisarle de que no se acostumbraría al agua! ¡Precisamente a ella!
—Lo siento, lo siento —se excusó, limpiándose una lagrimilla rebelde—. Lo cierto es que no llevo esto por mí —respondió, encogiéndose de hombros—. A la gente no le suele agradar que entre en sus locales completamente empapada. Aunque es comprensible, ya que después tienen que limpiar y secar todos esos charcos.
Sobre todo... a su padre.
—¡Oye!
Ayame se giró a tiempo de ver a un chico de lo más excéntrico acercándose a ella entre zancadas. De hecho, tanto era así que la muchacha no pudo evitar pegar un pequeño saltito hacia atrás, sobresaltada. Era más joven que ella, eso quedaba claro por su estatura y su apariencia más aniñada, y tenía los ojos de un brillante color dorado. Pero lo más llamativo de su aspecto y lo que le daba aquella apariencia de pandillero era su pelo, de color azul oscuro y con mechones rubios y blancos que caían sobre el lateral de su cabeza, y su indumentaria. Parecía que acababa de topar con un gamberro...
Si no fuera por la bandana de Amegakure que llevaba anudada al cuello, habría temido que intentara atracarla o algo por el estilo.
—Si dependes mucho de eso nunca te acostumbrarás al agua —le dijo, señalando al paraguas que portaba.
Y lo inverosímil de la situación hizo que Ayame soltara una carcajada. ¡Un chaval con aspecto de gamberro se le acababa de acercar para hablarle de su paraguas! ¡Para avisarle de que no se acostumbraría al agua! ¡Precisamente a ella!
—Lo siento, lo siento —se excusó, limpiándose una lagrimilla rebelde—. Lo cierto es que no llevo esto por mí —respondió, encogiéndose de hombros—. A la gente no le suele agradar que entre en sus locales completamente empapada. Aunque es comprensible, ya que después tienen que limpiar y secar todos esos charcos.
Sobre todo... a su padre.