11/02/2019, 11:26
—¿¡Cómo es que nadie me dijo que este sitio estaba aquí!? —exclamó Roga, aparentemente maravillado ante aquella suerte de arena de combate.
Y Ayame sonrió para sí. Si ella conocía aquel sitio era precisamente porque su hermano y su padre la habían llevado a entrenar allí en varias ocasiones. Algunas losas desgastadas habían sido testigos de aquellos golpes.
—¡Es perfecto! —El shinobi se plantó también en el centro de la plaza, a unos tres metros aproximadamente, y respondió al tradicional sello—. ¡Yosha!
Su grito fue el pistoletazo de salida. Los ojos de Ayame estudiaron la postura corporal de su adversario mientras ella misma flexionaba ligeramente las rodillas y preparaba sus músculos para el inminente encontronazo.
«No conozco nada de él, debo tener cuidado...» Reflexionó, con sumo cuidado. Su mano se dirigió al portaobjetos de su pierna derecha y pasó algo a su otra mano. «Veamos cómo te mueves.»
Sus brazos trazaron de forma drástica sendos arcos hacia delante y dos estrellas metálicas se abalanzaron sobre Roga desde ambos flancos, derecho e izquierdo, trazando sendas parábolas a la altura de su pecho.
Y Ayame sonrió para sí. Si ella conocía aquel sitio era precisamente porque su hermano y su padre la habían llevado a entrenar allí en varias ocasiones. Algunas losas desgastadas habían sido testigos de aquellos golpes.
—¡Es perfecto! —El shinobi se plantó también en el centro de la plaza, a unos tres metros aproximadamente, y respondió al tradicional sello—. ¡Yosha!
Su grito fue el pistoletazo de salida. Los ojos de Ayame estudiaron la postura corporal de su adversario mientras ella misma flexionaba ligeramente las rodillas y preparaba sus músculos para el inminente encontronazo.
«No conozco nada de él, debo tener cuidado...» Reflexionó, con sumo cuidado. Su mano se dirigió al portaobjetos de su pierna derecha y pasó algo a su otra mano. «Veamos cómo te mueves.»
Sus brazos trazaron de forma drástica sendos arcos hacia delante y dos estrellas metálicas se abalanzaron sobre Roga desde ambos flancos, derecho e izquierdo, trazando sendas parábolas a la altura de su pecho.