15/02/2019, 19:57
—Sí, sí, no te preocupes, yo se lo digo. Es genial también ver que has vuelto a la normalidad, Ayame-san —respondió Yota—. Pero... osea, no te lo tomes a mal, es bueno verte tan segura, ¿pero como narices puedes saber con tanta convicción que no vas a volver a perder el control?
«Oh, oh...»
Y la voz de Kokuō, cargada de sarcasmo, inundó su cabeza.
«Sh. Calla.» Le chistó para sus adentros, ignorante del hecho de que Kōri, tras ella y con los brazos cruzados, esperaba la respuesta con casi tanto anhelo como Yota.
—Digamos que... confío en ello —respondió simplemente, encogiéndose de hombros—. Bueno, siempre y cuando no me vuelva a cruzar con uno de esos Generales, que crucemos los dedos porque algo así no ocurra de nuevo... —añadió, con un terrible escalofrío.
Fue entonces cuando se acordó de algo relacionado con el tema, y que al mismo tiempo le permitiría desviar la atención hacia otro punto:
—¡Por cierto! Un compañero tuyo estuvo conmigo cuando me crucé con esa General —dijo, y sus ojos se desviaron inevitablemente hacia la cabeza de Sumizu Kouta, donde se había desarrollado el comienzo de aquella terrible pesadilla. Ayame se quedó pensativa unos instantes—. ¿Cómo era su nombre? Caigo... Dango... Un chico con el pelo de color verde brillante.
—¿No estabas sola? —intervino Kōri.
Y ella negó con la cabeza.
—No. Nos encontramos los tres al mismo tiempo —explicó ella, señalando la estatua del primer Arashikage—. Él intentó crearme una coartada para que pudiera escapar pero... no lo conseguí... —añadió, súbitamente sombría. Entonces volvió la mirada hacia Yota—. Siento abusar de tu generosidad, pero si le ves, ¿podrías darle las gracias por mí?
«Oh, oh...»
Y la voz de Kokuō, cargada de sarcasmo, inundó su cabeza.
«Eso ha sido realmente inteligente... señorita.»
«Sh. Calla.» Le chistó para sus adentros, ignorante del hecho de que Kōri, tras ella y con los brazos cruzados, esperaba la respuesta con casi tanto anhelo como Yota.
—Digamos que... confío en ello —respondió simplemente, encogiéndose de hombros—. Bueno, siempre y cuando no me vuelva a cruzar con uno de esos Generales, que crucemos los dedos porque algo así no ocurra de nuevo... —añadió, con un terrible escalofrío.
Fue entonces cuando se acordó de algo relacionado con el tema, y que al mismo tiempo le permitiría desviar la atención hacia otro punto:
—¡Por cierto! Un compañero tuyo estuvo conmigo cuando me crucé con esa General —dijo, y sus ojos se desviaron inevitablemente hacia la cabeza de Sumizu Kouta, donde se había desarrollado el comienzo de aquella terrible pesadilla. Ayame se quedó pensativa unos instantes—. ¿Cómo era su nombre? Caigo... Dango... Un chico con el pelo de color verde brillante.
—¿No estabas sola? —intervino Kōri.
Y ella negó con la cabeza.
—No. Nos encontramos los tres al mismo tiempo —explicó ella, señalando la estatua del primer Arashikage—. Él intentó crearme una coartada para que pudiera escapar pero... no lo conseguí... —añadió, súbitamente sombría. Entonces volvió la mirada hacia Yota—. Siento abusar de tu generosidad, pero si le ves, ¿podrías darle las gracias por mí?