4/03/2019, 16:37
—Bueno, ya sabes lo que pienso de este tema —concluyó Yota.
Y Ayame expulsó el aire por la nariz. Estaba claro que no podían mostrarse de acuerdo con el otro, y también estaba claro que resultaría imposible convencer al otro de lo contrario. Y aquello era algo que la entristecía profundamente. ¿Por qué la gente se empeñaba en seguir buscando la guerra donde no la había? ¿Es que la Alianza no era suficiente para volver a sentar las bases de la confianza entre las tres naciones? ¿Ni siquiera cuando tenían un enemigo en común mucho más peligroso que cualquiera de las tres aldeas? ¿Qué más tenían que hacer?
—Y bueno, ya como he dicho antes, me debo a los míos y si el Morikage ha pensado que esta nueva alianza es una buena idea, trataré de cuidarla. No me voy a ir por ahí a cazar Uzujins como si fueran conejos en un bosque.
—Es bueno saberlo... —respondió Ayame, con un ligero suspiro.
Yota apoyó la mochila en el suelo y comenzó a escarbar en su interior. Al cabo de unos pocos segundos extrajo lo que parecía ser una fiambrera y la abrió, dejando a la vista varios filetes.
—¿Tenéis hambre?
Junto a ella, Kōri negó con la cabeza.
—Lo cierto es que hemos comido hace poco. Pero gracias por el ofrecimiento —respondió Ayame, con una sonrisa apurada—. De hecho, quizás deberíamos ir moviéndonos. Había venido a ver la estatua de Sumizu Kouta, y aquí está.
«Intacta. Con la cabeza en su sitio. Y sin ningún General rondando.» Completó su mente.
Y Ayame expulsó el aire por la nariz. Estaba claro que no podían mostrarse de acuerdo con el otro, y también estaba claro que resultaría imposible convencer al otro de lo contrario. Y aquello era algo que la entristecía profundamente. ¿Por qué la gente se empeñaba en seguir buscando la guerra donde no la había? ¿Es que la Alianza no era suficiente para volver a sentar las bases de la confianza entre las tres naciones? ¿Ni siquiera cuando tenían un enemigo en común mucho más peligroso que cualquiera de las tres aldeas? ¿Qué más tenían que hacer?
—Y bueno, ya como he dicho antes, me debo a los míos y si el Morikage ha pensado que esta nueva alianza es una buena idea, trataré de cuidarla. No me voy a ir por ahí a cazar Uzujins como si fueran conejos en un bosque.
—Es bueno saberlo... —respondió Ayame, con un ligero suspiro.
Yota apoyó la mochila en el suelo y comenzó a escarbar en su interior. Al cabo de unos pocos segundos extrajo lo que parecía ser una fiambrera y la abrió, dejando a la vista varios filetes.
—¿Tenéis hambre?
Junto a ella, Kōri negó con la cabeza.
—Lo cierto es que hemos comido hace poco. Pero gracias por el ofrecimiento —respondió Ayame, con una sonrisa apurada—. De hecho, quizás deberíamos ir moviéndonos. Había venido a ver la estatua de Sumizu Kouta, y aquí está.
«Intacta. Con la cabeza en su sitio. Y sin ningún General rondando.» Completó su mente.