5/03/2019, 22:09
—Sí, la verdad es que lucen muy bien los 3 aquí, en el Valle —dijo Yota.
«Sólo esperemos que sigan así y nadie tenga otra vez la tentación de decapitar a alguno...» Completó Ayame para sus adentros.
El de Kusagakure ya había vuelto a guardar las fiambreras en la mochila.
—Bueno, en ese caso, que tengáis un buen viaje de vuelta hasta Amegakure. Yo creo que buscaré un sitio en el que comer y luego volveré a casa. Espero que nos volvamos a ver pronto y a poder ser sin Generales de por medio.
—Esperemos que sí —respondió Ayame, esbozando una sonrisa incómoda al mismo tiempo que hundía los hombros—. Tened mucho cuidado, ¿vale? Y si os encontráis con alguno de ellos no hagáis ninguna tontería, son muy peligrosos. Espero que tengas un buen regreso a tu aldea, ¡ya nos volveremos a ver! ¡Adiós, Kumopansa!
Se despidió, alzando una mano y Kōri inclinó la cabeza a modo de despedida. Después, ambos hermanos giraron sobre sus talones y emprendieron de nuevo la marcha. No tardaron más que unos pocos minutos en perderse entre los árboles y, apenas hubieron perdido de vista a Yota, Ayame rompió el silencio:
—¿Por qué la gente es tan bélica? Parece que están buscando la discordia continuamente... —suspiró, pesarosa.
—Cada uno tendrá sus opiniones.
—Sí, pero el mayor conflicto era entre Uzushiogakure y Amegakure. Ahora que estamos en paz, ¿por qué un shinobi de Kusagakure se empeña en verlo todo del color de la sangre?
Kōri se encogió de hombros.
—Nunca lo sabremos. Tendremos que conformarnos en cumplir nuestra parte y proteger la Alianza.
—Ya... —Ayame hizo una pequeña pausa, pero entonces se dio cuenta de algo—. Oye, hermano, ¿no estamos yendo en dirección contraria?
—Tengo algo que hacer en Minori, así que antes de volver a Amegakure nos acercaremos al Bosque de la Hoja.
«Sólo esperemos que sigan así y nadie tenga otra vez la tentación de decapitar a alguno...» Completó Ayame para sus adentros.
El de Kusagakure ya había vuelto a guardar las fiambreras en la mochila.
—Bueno, en ese caso, que tengáis un buen viaje de vuelta hasta Amegakure. Yo creo que buscaré un sitio en el que comer y luego volveré a casa. Espero que nos volvamos a ver pronto y a poder ser sin Generales de por medio.
—Esperemos que sí —respondió Ayame, esbozando una sonrisa incómoda al mismo tiempo que hundía los hombros—. Tened mucho cuidado, ¿vale? Y si os encontráis con alguno de ellos no hagáis ninguna tontería, son muy peligrosos. Espero que tengas un buen regreso a tu aldea, ¡ya nos volveremos a ver! ¡Adiós, Kumopansa!
Se despidió, alzando una mano y Kōri inclinó la cabeza a modo de despedida. Después, ambos hermanos giraron sobre sus talones y emprendieron de nuevo la marcha. No tardaron más que unos pocos minutos en perderse entre los árboles y, apenas hubieron perdido de vista a Yota, Ayame rompió el silencio:
—¿Por qué la gente es tan bélica? Parece que están buscando la discordia continuamente... —suspiró, pesarosa.
—Cada uno tendrá sus opiniones.
—Sí, pero el mayor conflicto era entre Uzushiogakure y Amegakure. Ahora que estamos en paz, ¿por qué un shinobi de Kusagakure se empeña en verlo todo del color de la sangre?
Kōri se encogió de hombros.
—Nunca lo sabremos. Tendremos que conformarnos en cumplir nuestra parte y proteger la Alianza.
—Ya... —Ayame hizo una pequeña pausa, pero entonces se dio cuenta de algo—. Oye, hermano, ¿no estamos yendo en dirección contraria?
—Tengo algo que hacer en Minori, así que antes de volver a Amegakure nos acercaremos al Bosque de la Hoja.