6/03/2019, 21:03
—Ay por favor no puede ser tan malo —respondió Roga.
Y Ayame se rio entre dientes. En realidad estaba bromeando, no sería la primera vez que se subía a un escenario —de hecho, cuando lo hizo con Eri no quedaron nada mal ante el público—, pero aquel caso había sido muy diferente: En aquel restaurante, lleno de gente de Amegakure, cualquiera podría reconocerla. Y, aunque no lo hicieran, la voz no tardaría en correr para terminar llegando a los oídos de alguien que sí la conociera. ¿Y entonces qué pensarían de ella?
—¡El rock por supuesto! —respondió Roga; quien, para sobresalto de Ayame, se puso repentinamente de pie y golpeó con las palmas de ambas manos el tablero—. La libertad, el poder expresar lo que otros no pueden o temen decir. La emoción de las cuerdas de guitarra rasgadas con pasión mientras el sudor cae por la frente. Aquí lastimosamente usan pistas pregrabadas, de lo contrario yo mismo tocaría.
Roga volvió a sentarse después de serenarse, y Ayame, que había pegado la espalda al respaldo de la silla, se permitió el lujo de relajarse también.
—Vaya... eso sí que ha sido... apasionado...
—Más que decir lo que quieren los demás oír, es transmitir lo que sientes —continuó, cruzándose de brazos—. Aunque un buen músico no se cierra a las demás opciones, por lo que siempre trato de tomar lo bueno de cada género o idea —añadió, asintiendo varias veces con la cabeza—. ¿A ti te gusta alguna música en específico?
Pero antes de que pudiera responder, la camarera regresó con los pedidos.
—Acá tienen su orden —dijo, dejando ambos platos y los vasos delante de los dos muchachos—. Que lo disfruten.
—¡Gracias! —exclamó Ayame con alegría. No se había dado cuenta del hambre que sentía hasta que el olor de la comida acarició seductora su nariz.
—Vaya, fue más rápido de lo que esperaba —comentó Roga.
—Tenemos poca clientela hoy, así que todas las órdenes salen sin mucha demora... Bueno, me devuelvo. Si desean algo más sólo deben llamarse.
Volvió a dejarles a solas, y Ayame cogió uno de los nachos y se lo llevó a la boca. El sabor combinado de la salsa de queso y la salsa agria encendió sus sentidos.
—¡Qué rico! —dijo, antes de tomar otro de aquellos triángulos de maíz. Sin embargo, antes de volver a engullirlo se volvió hacia su acompañante—. Ah, sí, sobre tu pregunta de antes: yo soy más de música más... melódica, la que expresa los sentimientos desde lo más profundo del corazón —añadió, llevándose una mano al pecho. Aunque enseguida esbozó una sonrisilla nerviosa—. No creo que sea tu estilo precisamente.
Y Ayame se rio entre dientes. En realidad estaba bromeando, no sería la primera vez que se subía a un escenario —de hecho, cuando lo hizo con Eri no quedaron nada mal ante el público—, pero aquel caso había sido muy diferente: En aquel restaurante, lleno de gente de Amegakure, cualquiera podría reconocerla. Y, aunque no lo hicieran, la voz no tardaría en correr para terminar llegando a los oídos de alguien que sí la conociera. ¿Y entonces qué pensarían de ella?
—¡El rock por supuesto! —respondió Roga; quien, para sobresalto de Ayame, se puso repentinamente de pie y golpeó con las palmas de ambas manos el tablero—. La libertad, el poder expresar lo que otros no pueden o temen decir. La emoción de las cuerdas de guitarra rasgadas con pasión mientras el sudor cae por la frente. Aquí lastimosamente usan pistas pregrabadas, de lo contrario yo mismo tocaría.
Roga volvió a sentarse después de serenarse, y Ayame, que había pegado la espalda al respaldo de la silla, se permitió el lujo de relajarse también.
—Vaya... eso sí que ha sido... apasionado...
—Más que decir lo que quieren los demás oír, es transmitir lo que sientes —continuó, cruzándose de brazos—. Aunque un buen músico no se cierra a las demás opciones, por lo que siempre trato de tomar lo bueno de cada género o idea —añadió, asintiendo varias veces con la cabeza—. ¿A ti te gusta alguna música en específico?
Pero antes de que pudiera responder, la camarera regresó con los pedidos.
—Acá tienen su orden —dijo, dejando ambos platos y los vasos delante de los dos muchachos—. Que lo disfruten.
—¡Gracias! —exclamó Ayame con alegría. No se había dado cuenta del hambre que sentía hasta que el olor de la comida acarició seductora su nariz.
—Vaya, fue más rápido de lo que esperaba —comentó Roga.
—Tenemos poca clientela hoy, así que todas las órdenes salen sin mucha demora... Bueno, me devuelvo. Si desean algo más sólo deben llamarse.
Volvió a dejarles a solas, y Ayame cogió uno de los nachos y se lo llevó a la boca. El sabor combinado de la salsa de queso y la salsa agria encendió sus sentidos.
—¡Qué rico! —dijo, antes de tomar otro de aquellos triángulos de maíz. Sin embargo, antes de volver a engullirlo se volvió hacia su acompañante—. Ah, sí, sobre tu pregunta de antes: yo soy más de música más... melódica, la que expresa los sentimientos desde lo más profundo del corazón —añadió, llevándose una mano al pecho. Aunque enseguida esbozó una sonrisilla nerviosa—. No creo que sea tu estilo precisamente.