13/03/2019, 18:14
A pesar de que no había sacado su wakizashi del todo, el chico de piel morena le apuntó con su propio sable. Ranko se confundió incluso más, pues el chico portaba la bandana de Kusagakure, y era mucho más que obvio que era un compañero shinobi. ¿De qué otra manera estaría en la aldea? Así que ¿por qué le amenazaba con su arma? La chica se tensó un poco más.
La araña, por su parte, parecía estar de malas por no tener mosquitos, y se expresó de manera en exceso informal. Esto hizo que la chica torciera ligeramente la cabeza. Estaba acostumbrada a tratar de manera cortés a todos.
—Lo siento, de nuevo, araña-san.
El chico se adelantó en contestar mientras envainaba su sable. Explicó que habían ido allí a entrenar, y que la araña, de nombre Kumopansa, era una ninja que formaba parte del pacto de sangre con la familia Kumo.
Ranko no era tonta, pero le tomó algunos segundos digerir toda la información que el rubio le estaba proporcionando.
—Pa… ¿Pac… pacto? —balbuceó en dirección al chico.
Estaba frente a un desconocido que le había presentado a una araña ninja. Las neuronas de Ranko iban al cien por ciento de velocidad para registrar todo ese conocimiento nuevo. Él se notaba algo serio, al menos de momento. Era una seriedad algo intimidante. Kumopansa, al contrario, se notaba un tanto insolente, aunque más llevadera. Se dirigió a la araña, entonces. Así como hacía unos instantes, se sentía menos incómoda hablar con un animal que con un humano.
—Eres… No. Mucho gusto, Kumopansa-san. M-mi nombre es Ranko. Sagisō Ranko —No sabía si era necesario inclinarse ante los animales, pero lo consideró el procedimiento estándar, así que, después de relajar su postura, le dedicó una breve inclinación de cabeza —. ¿E-eres como los ninken de la familia Inuzuka, entonces?
Tal vez en algún momento de su formación escuchó de los Pactos de Invocación, y tal vez se imaginó invocando cien conejitos apapachables, pero en ese momento, frente al chico moreno y la araña gigante, no lo recordaría bien.
La araña, por su parte, parecía estar de malas por no tener mosquitos, y se expresó de manera en exceso informal. Esto hizo que la chica torciera ligeramente la cabeza. Estaba acostumbrada a tratar de manera cortés a todos.
—Lo siento, de nuevo, araña-san.
El chico se adelantó en contestar mientras envainaba su sable. Explicó que habían ido allí a entrenar, y que la araña, de nombre Kumopansa, era una ninja que formaba parte del pacto de sangre con la familia Kumo.
Ranko no era tonta, pero le tomó algunos segundos digerir toda la información que el rubio le estaba proporcionando.
—Pa… ¿Pac… pacto? —balbuceó en dirección al chico.
Estaba frente a un desconocido que le había presentado a una araña ninja. Las neuronas de Ranko iban al cien por ciento de velocidad para registrar todo ese conocimiento nuevo. Él se notaba algo serio, al menos de momento. Era una seriedad algo intimidante. Kumopansa, al contrario, se notaba un tanto insolente, aunque más llevadera. Se dirigió a la araña, entonces. Así como hacía unos instantes, se sentía menos incómoda hablar con un animal que con un humano.
—Eres… No. Mucho gusto, Kumopansa-san. M-mi nombre es Ranko. Sagisō Ranko —No sabía si era necesario inclinarse ante los animales, pero lo consideró el procedimiento estándar, así que, después de relajar su postura, le dedicó una breve inclinación de cabeza —. ¿E-eres como los ninken de la familia Inuzuka, entonces?
Tal vez en algún momento de su formación escuchó de los Pactos de Invocación, y tal vez se imaginó invocando cien conejitos apapachables, pero en ese momento, frente al chico moreno y la araña gigante, no lo recordaría bien.
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