21/03/2019, 16:36
Ranko soltó una risita tímida. Se le había hecho curioso que una araña llamara “bichos” a los perros ninja del clan Inuzuka. Personalmente, la de la trenza no había visto nunca a Akane mear en combate. Aunque en realidad nunca había estado presente en un combate con (o contra) el can.
El chico rubio también rió, y se acercó a la chica y al arácnido. La risa de Ranko disminuyó hasta convertirse en una sonrisa silenciosa, acompañada de una mirada que evitaba los ojos ámbar del ninja. Éste se presentó como Sasagani Yota. La kunoichi, algo temblorosa, estrechó con agarre firme la mano que le tendía y le dedicó una reverencia rápidamente, como si fuese alguien importante a quien no se debiese tardar en saludar.
—Sa-sa… Sagisō Ranko. U-un gusto —repitió la formalidad, como si el chico no hubiese escuchado cuando se dirigió a Kumopansa, a pesar de que Yota precisamente le acababa de llamar por su nombre. Un instante después se dio cuenta de ello y se inclinó una vez más, manteniendo su mirada hacia la tierra —. ¡L-lo s…! Ehm… Perdón, yo… No… N-no es molestia. S-sólo… Sólo sorpresa.
Si su rostro no hubiese estado perlado por el ejercicio que había hecho antes, Yota tal vez se habría percatado de que había comenzado a sudar por los nervios. Al darse cuenta de que todavía mantenía la reverencia, Ranko soltó la mano del chico y se irguió de golpe, recta como una soldado y con un rostro sonrojado. Al estar así, se notaba fácilmente la diferencia de casi diez centímetros de estatura entre Yota y Ranko. El rubio tenía una presencia fría pero agradable. Como una mañana de invierno tardío, antes de que llegue la primavera. O al menos así lo percibía la chica.
”Es alguien nuevo para ti, Ranko. No digas algo estúpido. Concéntrate. Di algo interesante. ¡Interactúa!”
—¿¡Cómo entrena una araña!? —soltó, con voz un poco más alta de lo normal. Luego carraspeó, con ojos apenados —. Q-quiero decir… Se-sería intere… interesante ve-ver entrenar a… a alguien como K-kumopansa-san. Creo.
”¡Ok! ¡Buen trabajo! Eso no suena raro, creo” se felicitó mentalmente.
El chico rubio también rió, y se acercó a la chica y al arácnido. La risa de Ranko disminuyó hasta convertirse en una sonrisa silenciosa, acompañada de una mirada que evitaba los ojos ámbar del ninja. Éste se presentó como Sasagani Yota. La kunoichi, algo temblorosa, estrechó con agarre firme la mano que le tendía y le dedicó una reverencia rápidamente, como si fuese alguien importante a quien no se debiese tardar en saludar.
—Sa-sa… Sagisō Ranko. U-un gusto —repitió la formalidad, como si el chico no hubiese escuchado cuando se dirigió a Kumopansa, a pesar de que Yota precisamente le acababa de llamar por su nombre. Un instante después se dio cuenta de ello y se inclinó una vez más, manteniendo su mirada hacia la tierra —. ¡L-lo s…! Ehm… Perdón, yo… No… N-no es molestia. S-sólo… Sólo sorpresa.
Si su rostro no hubiese estado perlado por el ejercicio que había hecho antes, Yota tal vez se habría percatado de que había comenzado a sudar por los nervios. Al darse cuenta de que todavía mantenía la reverencia, Ranko soltó la mano del chico y se irguió de golpe, recta como una soldado y con un rostro sonrojado. Al estar así, se notaba fácilmente la diferencia de casi diez centímetros de estatura entre Yota y Ranko. El rubio tenía una presencia fría pero agradable. Como una mañana de invierno tardío, antes de que llegue la primavera. O al menos así lo percibía la chica.
”Es alguien nuevo para ti, Ranko. No digas algo estúpido. Concéntrate. Di algo interesante. ¡Interactúa!”
—¿¡Cómo entrena una araña!? —soltó, con voz un poco más alta de lo normal. Luego carraspeó, con ojos apenados —. Q-quiero decir… Se-sería intere… interesante ve-ver entrenar a… a alguien como K-kumopansa-san. Creo.
”¡Ok! ¡Buen trabajo! Eso no suena raro, creo” se felicitó mentalmente.
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