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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Caída del Pétalo, Primavera del año 219

La noche había caído hacía un rato, y las diurnas bulliciosas zonas de Tanzaku Gai se iban vaciando de la mayor parte de sus transeútes para depositar aquel flujo de personas y dinero en los barrios de fiesta, karaokes, clubs de alterne y bares de la ciudad. Como una réplica a pequeña escala del cielo oscuro y despejado en aquella noche de Primavera, algunas calles de la gran urbe se sumían en una tenue penumbra mientras que otras encendían todo tipo de luces, neones brillantes y carteles decorativos para indicar hasta al menos avispado, hacia dónde conducía el particular sendero de baldosas amarillas de la noche tanzakueña. Al amparo de la nocturnidad, la música y el alcohol, las diferencias se diluían y dejaban paso a la diversión. Grupetes de jóvenes con ganas de pasarlo bien iban de un bar a otro, deteniéndose —algunos— en cualquier karaoke que encontraran en el camino. Hombres y mujeres de todas las edades —e incluso algún menor, si el dueño del local en cuestión no tenía demasiados escrúpulos en su haber— probaban suerte en la plétora de casinos, salas de juego y demás lugares de sanísimo ocio y despilfarro al sonido de un "cling". Cuando quedaban irremediablemente arruinados, se iban al bar más cercano a compensar las penas y encontrar consuelo en el fondo de algún vaso. La simbiosis perfecta del mundo de la noche que mantenía buena parte de la economía local activa y bien engrasada en Tanzaku Gai.

Ignorante de quienes disfrutaban de la noche —y nada más lejos de ello—, un joven de complexión flacucha, piel aceitunada y pelo desgarbado que le caía hasta los hombros se encontraba, sin más remedio, en un buen aprieto. Su cuerpo maltrecho estaba aplastado contra la pared del callejón, y las sombras que proyectaban las pocas luces del lugar en los rostros de sus asaltantes no le impedían hacerse una idea de quiénes eran, y de qué querían. El muchacho ni siquiera había encontrado las fuerzas para resistirse, algo colocado como estaba todavía, cuando se le habían echado encima por sorpresa al entrar en la callejuela.

¿Dónde está la puta pasta, hermano? —exigía saber uno de los hombres, un tipo alto y delgado en cuyo cinto destellaba el filo de un arma—. ¿Te crees que puedes aprovecharte de la amabilidad del Dedo Amarillo como si fueses el puto rey de la ciudad? ¿Eh? ¿Es eso, pedazo de mierda? ¿¡Es eso!?

El tipo le descargó una patada cargada de desprecio al jovencito pordiosero, que éste aguantó con envidiable estoicismo. Luego fue su acompañante, bajito y ancho de hombros, quien tomó la palabra.

Cálmate Ashi. Estoy seguro de que nuestro buen Calabaza tiene el dinero que le debe al Dedo Amarillo, ¿verdad, Calabaza? —inquirió, crujiéndose los nudillos. Su voz, al contrario que la de su compañero, que se asemejaba a un chispazo electrizante y frenético, evocaba el cauce de un río. Sereno, pero implacable. Imparable, capaz de erosionar hasta la roca más dura.

Yo... Yo... No tengo... Nada... —respondió el aludido, encogiéndose como un recién nacido—. No tengo nada, Ushi, te lo juro tío... Te lo juro, dame un par de días más, ¿vale? Sólo dos días más, venga, joder...

La respuesta no pareció contentar a ninguno de los dos cobradores. Mientras que Ashi —el alto— se removía en su sitio, impaciente, Ushi arqueaba una solitaria ceja.

Eso no es lo que acordamos, Calabaza. Incumplir un acuerdo honrado es faltar al respeto... Y ya sabes que al Dedo Amarillo no se le puede faltar al respeto —como si aquellas palabras fuesen una sentencia de muerte en firme, Ashi desenvainó la wakizashi que llevaba colgando del cinturón—. ¡Déjame hacerlo, Ushi! ¡Déjame hacerlo a mí, joder, me cago en todo! ¡Estoy deseando!

El bajito fortachón dedicó una mirada molesta a su compañero, claramente irritado por su actitud tan poco profesional. Ellos eran sicarios a sueldo, cobradores de deudas del Dedo Amarillo, pero eso no suponía una excusa para comportarse como un bruto. Tras unos segundos de deliberación interna, Ushi asintió.

Está bien, pero hazlo limpio. No quiero que se me manche la camisa, que es nueva.

Ashi apenas pudo contener un saltito de alegría, y con la wakizashi en una mano, alargó uno de sus brazos —finos como cañas de junco— para agarrar la muñeca del joven pordiosero y obligarle a extender la palma de la mano.

¡No me mires así, Calabaza-san! Míralo por el lado positivo... ¡Todavía te quedarán nueve dedos más! —aulló, riendo como una hiena.

Uchiha Akame notaba cómo el corazón le latía a mil pulsaciones. «Podría... Podría hacerles frente, podría vencerlos a los dos... ¿No? Yo... Yo debería poder hacerlo... ¿No es cierto?» No, claro que no podía. Él ya no era El Profesional, ya no era un jōnin de Uzushiogakure no Sato. Ya no era el Campeón del Torneo de los Dojos, el Hermano del Desierto, el jinchuuriki de Shukaku. Ahora sólo era un miserable yonki más pobre que las ratas. Y por alguien así no merecía la pena hacer el esfuerzo.

Entonces, de repente, por el rabillo del ojo captó dos figuras recortándose contra las luces de la calle principal. Estaban pasando junto a la entrada del callejón. Su salvación. Sin pensarlo dos veces, Akame —o Calabaza, como le llamaban en los bajos fondos de Tanzaku Gai— hizo acopio de todo el aire que sus pulmones podían contener y de toda la fuerza de voluntad que su débil espíritu era capaz de reunir, y gritó.

¡¡Ayuda!! ¡¡Auxilio!!
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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Mensajes en este tema
Wergild - por Uchiha Akame - 22/03/2019, 17:33
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