23/03/2019, 14:05
— Oye, tío, ¿estás seguro que es aquí lo del torneo eso de... boxeo?
Y por cosas como esas seguía siendo un estúpido e infravalorado genin. Porque no era la primera vez que hacia ese tipo de cosas en vez de hacer lo que debía hacer: trabajar para la aldea. En aquella ocasión fui engañado por Daigo, aquel peliverde de Kusagakure, también gennin. Nos llevábamos bien desde el Torneo de los Dojos y por ello, bueno también por su insistencia, acepte la invitación de viajar hasta Tanzaku Gai para presenciar el que según él era un famoso torneo de boxeo. En aquel tipo de eventos no importaba el chakra, tan solo tener un buen par de bíceps y unos nudillos a prueba de hostias como panes. Aquello no era lo mío, claramente. Pero para el peliverde sí.
— Osea, quiero decir, ni siquiera hemos visto propaganda ni nada — hice una breve pausa al darme cuenta de algo — o... ese torneo no será ilegal, ¿verdad?
Seguimos caminando en busca de pistas aunque, a decir verdad, se podría decir que mis piernas se movían solas, como si una fuerza superior e incontrolable las dirigiese a su antojo hasta que...
—¡¡Ayuda!! ¡¡Auxilio!!
Todos mis sentidos se erizaron y todos ellos enfocaron un callejón cercano. Allí, en su umbral, un grupo de chulitos tenían acorralado a alguien. Alguien que parecía estar completamente indefenso, a merced de aquellos matones de cuarta regional.
— ¡Kumopansa!
— ¡Hora de mover mis quelíceros!
Como si aquello fuese su grito de guerra, salto de mi cabeza, dirección al suelo y luego enfiló la pared del callejón. Creo que era imposible, encontrar un lugar en el que pudiese mimetizarse mejor. Aquellos tipos no la verían venir. al mismo tiempo yo eché a correr en dirección al peligro, como siempre solía hacer. Vi como la araña buscaba un sitio de cierta altura, escalaba en diagonal, subiendo pero a la vez acercandose hasta los tipos aquellos y cuando estuvo justo encima de ellos, saltó al vacío.
— ¡¡¡Kumopansa al rescate!!!
El animal se precipitó y cayó justo en la jodida cara del tipo que sujetaba aquella mano y, con la otra extremidad empuñaba su arma. Esta última sería perforada, bueno o pinchada, por los afilados quelíceros de aquel animal poseído por el demonio.
«Joder, no tiene remedio»
Y por cosas como esas seguía siendo un estúpido e infravalorado genin. Porque no era la primera vez que hacia ese tipo de cosas en vez de hacer lo que debía hacer: trabajar para la aldea. En aquella ocasión fui engañado por Daigo, aquel peliverde de Kusagakure, también gennin. Nos llevábamos bien desde el Torneo de los Dojos y por ello, bueno también por su insistencia, acepte la invitación de viajar hasta Tanzaku Gai para presenciar el que según él era un famoso torneo de boxeo. En aquel tipo de eventos no importaba el chakra, tan solo tener un buen par de bíceps y unos nudillos a prueba de hostias como panes. Aquello no era lo mío, claramente. Pero para el peliverde sí.
— Osea, quiero decir, ni siquiera hemos visto propaganda ni nada — hice una breve pausa al darme cuenta de algo — o... ese torneo no será ilegal, ¿verdad?
Seguimos caminando en busca de pistas aunque, a decir verdad, se podría decir que mis piernas se movían solas, como si una fuerza superior e incontrolable las dirigiese a su antojo hasta que...
—¡¡Ayuda!! ¡¡Auxilio!!
Todos mis sentidos se erizaron y todos ellos enfocaron un callejón cercano. Allí, en su umbral, un grupo de chulitos tenían acorralado a alguien. Alguien que parecía estar completamente indefenso, a merced de aquellos matones de cuarta regional.
— ¡Kumopansa!
— ¡Hora de mover mis quelíceros!
Como si aquello fuese su grito de guerra, salto de mi cabeza, dirección al suelo y luego enfiló la pared del callejón. Creo que era imposible, encontrar un lugar en el que pudiese mimetizarse mejor. Aquellos tipos no la verían venir. al mismo tiempo yo eché a correr en dirección al peligro, como siempre solía hacer. Vi como la araña buscaba un sitio de cierta altura, escalaba en diagonal, subiendo pero a la vez acercandose hasta los tipos aquellos y cuando estuvo justo encima de ellos, saltó al vacío.
— ¡¡¡Kumopansa al rescate!!!
El animal se precipitó y cayó justo en la jodida cara del tipo que sujetaba aquella mano y, con la otra extremidad empuñaba su arma. Esta última sería perforada, bueno o pinchada, por los afilados quelíceros de aquel animal poseído por el demonio.
«Joder, no tiene remedio»
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa