23/03/2019, 21:47
Yota parecía ser una persona normal. Se presentó a sí mismo y a Kumopansa como genin, y le instó a dejar las reverencias para el Morikage. Además, le pidió que se calmara, pues no había amenaza que viniese de él al ser un compatriota Kusajin. Los hombros de Ranko dieron un saltito cuando Yota colocó su mano por un momento sobre ellos, como si fuese un animalito muerto de miedo.
”OHCIELOSSÍFUEUNAPREGUNTAESTÚPIDALOSABÍA” pensó caóticamente. Los comentarios del chico le hicieron sentir un poco idiota. Se afirmó a sí misma lo incompetente que era al entablar conversaciones. ”¡Aaay! ¡No puedes ser más tonta! ¡Necesitas que alguien te hable suavecito y te diga ‘Todo está bien, niñita’, como Hanamura-san! ¡Nunca podrás ser la legendaria Princesa Conejo si sigues asi de tonta, tonta!”
Su rostro se puso más rojo que un rubí. Su cabeza daba vueltas y parecía que estallaría en cualquier momento. Su corazón latía tan veloz como un colibrí. Sus ojos estaban a nada de soltar ríos de la pena. No sabía cómo reaccionar.
—En… Entiendo. —Logró decir con voz quebrada después de mucho balbucear.
”¡Contrólate, Ranko! ¡Si no puedes hablar, sigue entrenando, entonces! ¡Ay de ti! ¡Si tan solo tu cabecita fuese tan fuerte como tus piernas…!”
Por alguna razón, después de sus combates con King Roga y con Inuzuka Etsu, y de sus pláticas con Hanamura Kazuma, Ranko parecía ser más dura y exigente consigo misma. Se decía que, si ya había logrado charlar bien con otros, cualquier otro resultado era un fracaso, y se debía sentir mal por ello. Por supuesto, todos con quien se había topado le habían tratado como una persona más, haciéndole darse cuenta de que no tenía por qué temer al abrir la boca. Pero su mente era traicionera, y le hacía creer que era su culpa de una manera muy profunda.
Ranko sonrió muy forzadamente y asintió. Luego giró y se sentó en el suelo, a como estaba al inicio. Por un momento pareció que los ignoraría, mas fue un movimiento para relajarse y no dejarse vencer por la presión que ejercían sobre ella los ojos ámbar del chico.
—Yo… —comenzó, cerrando los ojos con suma fuerza, imaginando en letras enormes lo que iba a decir, como si estuviese leyendo muy detenidamente el guión de una obra teatral. A la vez, recordó el consejo de Etsu, e intentó imaginar que detrás de sí no había un chico moreno de cabellos rubios, sino un tierno conejo gigante —. Esto es… cal… Esto es calmado. Para mí. L-lo siento. M-m-me disculpo. Por ello. Me… Mi esp… Lo que yo entreno es… Taijutsu. Mi cuerpo es… Mi cuerpo es fuerte. Mi mente… No lo es.
”OHCIELOSSÍFUEUNAPREGUNTAESTÚPIDALOSABÍA” pensó caóticamente. Los comentarios del chico le hicieron sentir un poco idiota. Se afirmó a sí misma lo incompetente que era al entablar conversaciones. ”¡Aaay! ¡No puedes ser más tonta! ¡Necesitas que alguien te hable suavecito y te diga ‘Todo está bien, niñita’, como Hanamura-san! ¡Nunca podrás ser la legendaria Princesa Conejo si sigues asi de tonta, tonta!”
Su rostro se puso más rojo que un rubí. Su cabeza daba vueltas y parecía que estallaría en cualquier momento. Su corazón latía tan veloz como un colibrí. Sus ojos estaban a nada de soltar ríos de la pena. No sabía cómo reaccionar.
—En… Entiendo. —Logró decir con voz quebrada después de mucho balbucear.
”¡Contrólate, Ranko! ¡Si no puedes hablar, sigue entrenando, entonces! ¡Ay de ti! ¡Si tan solo tu cabecita fuese tan fuerte como tus piernas…!”
Por alguna razón, después de sus combates con King Roga y con Inuzuka Etsu, y de sus pláticas con Hanamura Kazuma, Ranko parecía ser más dura y exigente consigo misma. Se decía que, si ya había logrado charlar bien con otros, cualquier otro resultado era un fracaso, y se debía sentir mal por ello. Por supuesto, todos con quien se había topado le habían tratado como una persona más, haciéndole darse cuenta de que no tenía por qué temer al abrir la boca. Pero su mente era traicionera, y le hacía creer que era su culpa de una manera muy profunda.
Ranko sonrió muy forzadamente y asintió. Luego giró y se sentó en el suelo, a como estaba al inicio. Por un momento pareció que los ignoraría, mas fue un movimiento para relajarse y no dejarse vencer por la presión que ejercían sobre ella los ojos ámbar del chico.
—Yo… —comenzó, cerrando los ojos con suma fuerza, imaginando en letras enormes lo que iba a decir, como si estuviese leyendo muy detenidamente el guión de una obra teatral. A la vez, recordó el consejo de Etsu, e intentó imaginar que detrás de sí no había un chico moreno de cabellos rubios, sino un tierno conejo gigante —. Esto es… cal… Esto es calmado. Para mí. L-lo siento. M-m-me disculpo. Por ello. Me… Mi esp… Lo que yo entreno es… Taijutsu. Mi cuerpo es… Mi cuerpo es fuerte. Mi mente… No lo es.
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