28/03/2019, 17:41
Muy a su pesar, Etsu caminaba solo por las calles de Kusa. El chico había tenido que dejar a su hermano —Akane— con su abuelo, pues según éste tenía algunas cosas que enseñar al can. No sabía muy bien a qué se refería, puesto que éste era mas listo que un centenar de sabuesos juntos. Pero bueno, digamos que llevarle la contraria al abuelo servía mas bien de poco. Si es que llegaba a existir siquiera la posibilidad de debatir el asunto, siempre recurría a "mientras seas más joven que yo, seguirás mis consejos."
Absurdo, pues jamás llegaría a ser mas viejo que el abuelo. A simples palabras, era como discutir con una pared. Lo más que podías llegar a obtener es un silencio inquebrantable.
El rastas podía dedicarse a continuar con su entrenamiento, si. Pero no era lo mismo si no lo hacía con su can. Necesitaba entrenar, o al menos así lo pensaba con toda su alma, pero no tenía fuerzas para hacerlo si no era junto a Akane. Aunque solo fuese testigo del entrenamiento, aunque él se dedicase tan solo a mascar un hueso a un lado... quizás esa hermandad era demasiado fuerte. Tanto que asustaba.
—¡Tsk! ¿y ahora qué hago? Si ni siquiera ha dado la hora del comienzo de las clases en el dojo del abuelo...
El rastas caminaba realmente sin rumbo, buscando qué hacer en esa soleada tarde de primavera. Las calles se sucedían una tras otra, así como la gente cumpliendo sus quehaceres. Aburrido, el chico comenzó a lanzar una moneda al aire, tomándola en el vuelo antes de caer al suelo. Repetía el gesto continuamente, en lo cuál caminaba y seguía observando a su alrededor.
¿Qué podía hacer?
Absurdo, pues jamás llegaría a ser mas viejo que el abuelo. A simples palabras, era como discutir con una pared. Lo más que podías llegar a obtener es un silencio inquebrantable.
El rastas podía dedicarse a continuar con su entrenamiento, si. Pero no era lo mismo si no lo hacía con su can. Necesitaba entrenar, o al menos así lo pensaba con toda su alma, pero no tenía fuerzas para hacerlo si no era junto a Akane. Aunque solo fuese testigo del entrenamiento, aunque él se dedicase tan solo a mascar un hueso a un lado... quizás esa hermandad era demasiado fuerte. Tanto que asustaba.
—¡Tsk! ¿y ahora qué hago? Si ni siquiera ha dado la hora del comienzo de las clases en el dojo del abuelo...
El rastas caminaba realmente sin rumbo, buscando qué hacer en esa soleada tarde de primavera. Las calles se sucedían una tras otra, así como la gente cumpliendo sus quehaceres. Aburrido, el chico comenzó a lanzar una moneda al aire, tomándola en el vuelo antes de caer al suelo. Repetía el gesto continuamente, en lo cuál caminaba y seguía observando a su alrededor.
¿Qué podía hacer?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~