29/03/2019, 19:01
Era una día agradable, de esos que no hace mucho frío ni calor, ni de los que te empuja a buscar una chaqueta cuando cae la noche. Al parecer el clima había pactado con kusagakure para que la temperatura fuera agradable, hasta cuando aparecía la luna. Esto Geki lo sabía y había decido salir de su casa, sin su chaqueta, quería estar liviano de equipaje.
Las misiones últimamente le estaban robando bastante tiempo y no sólo eso, sino que, también la mayoría de las veces llegaba exhausto y prefería quedarse dormido.
Pero hoy era diferente, al genin le habían dado el día libre para que hiciese lo que quisiese y así fue.
Tomó su billetera y esa tarde caminó hasta un pequeño RestoBar que se encontraba en la esquina de su casa. Los días anteriores, al pasar por allí, se percató que en el menú, en lo más alto de este, estaba posicionada una oferta de brochetas de diferentes sabores. Quizá no era el momento para una cena, pero poco le importó.
Cuando llegó a la tienda se acercó al mostrador y un viejo lo atendió amablemente. Pidió dos brochetas de cerdo, mientras se sentaba en un taburete, el restaurant era pequeño y su frente estaba abierto, como los tradicionales. Geki estaba solo en aquel lugar y confirmó que no era la mejor hora para ir.
Disfrutaba del aroma de la carne asada, prácticamente con los ojos cerrados, como si estuviera en trance, hasta que la voz del veterano lo despertó.
—Aquí tienes
—Muchas gracias. Dijo repentino Geki, que no esperaba de ninguna manera la voz del anciano y se puso nervioso —¿Cuánto es? — Preguntó seguido mientras sacaba rápido la billetera, pero en un movimiento tonto de manos se le cayó al piso y desperdigó un montón de monedas que corrieron por todos lados. El muchacho se apresuró a juntarlas, tanto habían corrido por el piso que terminó de cuclillas fuera de la tienda recogiendo las últimas. Cuando justo se topó con un muchacho. Con una de ellas en la mano.
—Oh, muchas gracias por ayudarme. Ojalá hicieran las monedas cuadradas para que no corrieran tanto, no entiendo la manía de hacerlas redondas — Y extendió el brazo para tomar la moneda que sostenía el otro.
Las misiones últimamente le estaban robando bastante tiempo y no sólo eso, sino que, también la mayoría de las veces llegaba exhausto y prefería quedarse dormido.
Pero hoy era diferente, al genin le habían dado el día libre para que hiciese lo que quisiese y así fue.
Tomó su billetera y esa tarde caminó hasta un pequeño RestoBar que se encontraba en la esquina de su casa. Los días anteriores, al pasar por allí, se percató que en el menú, en lo más alto de este, estaba posicionada una oferta de brochetas de diferentes sabores. Quizá no era el momento para una cena, pero poco le importó.
Cuando llegó a la tienda se acercó al mostrador y un viejo lo atendió amablemente. Pidió dos brochetas de cerdo, mientras se sentaba en un taburete, el restaurant era pequeño y su frente estaba abierto, como los tradicionales. Geki estaba solo en aquel lugar y confirmó que no era la mejor hora para ir.
Disfrutaba del aroma de la carne asada, prácticamente con los ojos cerrados, como si estuviera en trance, hasta que la voz del veterano lo despertó.
—Aquí tienes
—Muchas gracias. Dijo repentino Geki, que no esperaba de ninguna manera la voz del anciano y se puso nervioso —¿Cuánto es? — Preguntó seguido mientras sacaba rápido la billetera, pero en un movimiento tonto de manos se le cayó al piso y desperdigó un montón de monedas que corrieron por todos lados. El muchacho se apresuró a juntarlas, tanto habían corrido por el piso que terminó de cuclillas fuera de la tienda recogiendo las últimas. Cuando justo se topó con un muchacho. Con una de ellas en la mano.
—Oh, muchas gracias por ayudarme. Ojalá hicieran las monedas cuadradas para que no corrieran tanto, no entiendo la manía de hacerlas redondas — Y extendió el brazo para tomar la moneda que sostenía el otro.