31/03/2019, 12:33
Daruu y Roga caminaron en silencio durante el trayecto entre el Torreón de la Arashikage y el puente de entrada a la villa. O eso es lo que le hubiera gustado a Daruu. Cada varios segundos, Roga recordaba una canción y comenzaba a tararearla, atrayendo las miradas de los curiosos que ya por su aspecto sentían curiosidad por él. Daruu suspiró con agotamiento.
Roga era de esas personas a las que les gusta llamar la atención —y que hacen todo lo posible para atraerla—. Esto puede o no ser un problema, pero para Daruu definitivamente lo era. Él aborrecía los gentíos, disfrutaba de la soledad, y de la ausencia de miradas impertinentes. Por norma general, estar tranquilo era difícil en Amegakure, pero él se mezclaba con el resto del grupo y normalmente se aislaba de las multitudes en su propia burbuja. Roga se esforzaba por incluir a todo el mundo dentro de esa burbuja.
Roga interrumpió sus lamentaciones internas.
—¿Has pensado en llevar provisiones adicionales por si tardamos más tiempo del esperado?— su voz rompió la frialdad del aire. —Puede que no consigamos información en la primera noche.
Daruu se detuvo en el sitio. Se dio la vuelta, mientras se agarraba el entrecejo con rabia. El muchacho al menos era inteligente. ¡Pero le estaba dando tanta vergüenza caminar junto a él que se había olvidado de las provisiones para el viaje!
—Gracias, Roga-kun —dijo—. Estaría bien que al menos uno de los dos llevase una mochila para guardarlas, también. —Se acercó a Roga, rebuscó en su bolsillo y le tendió un par de billetes y unas monedas—. Toma, compra un par de sandwitches y dos botellas grandes de agua. Yo voy a acercarme a casa a por una mochila grande que tengo. Nos vemos en quince minutos en la puerta de salida de la aldea.
Daruu hizo un amago de saludo con la cabeza y se alejó por una calle en perpendicular, de camino a la Pastelería de Kiroe-chan. Aquellos quince minutos, en los que se aprovisionó con una gran mochila de viaje, fueron los más tranquilos que tuvo en toda la mañana, descontando el minuto y medio que su madre aprovechó para interrogarle y reírse de él diciéndole que si de verdad sería capaz de liderar algo con cara de diablesa.
Un tiempo después, de brazos cruzados y apoyado en el muro del puente, Daruu suspiraba exasperado.
Roga era de esas personas a las que les gusta llamar la atención —y que hacen todo lo posible para atraerla—. Esto puede o no ser un problema, pero para Daruu definitivamente lo era. Él aborrecía los gentíos, disfrutaba de la soledad, y de la ausencia de miradas impertinentes. Por norma general, estar tranquilo era difícil en Amegakure, pero él se mezclaba con el resto del grupo y normalmente se aislaba de las multitudes en su propia burbuja. Roga se esforzaba por incluir a todo el mundo dentro de esa burbuja.
Roga interrumpió sus lamentaciones internas.
—¿Has pensado en llevar provisiones adicionales por si tardamos más tiempo del esperado?— su voz rompió la frialdad del aire. —Puede que no consigamos información en la primera noche.
Daruu se detuvo en el sitio. Se dio la vuelta, mientras se agarraba el entrecejo con rabia. El muchacho al menos era inteligente. ¡Pero le estaba dando tanta vergüenza caminar junto a él que se había olvidado de las provisiones para el viaje!
—Gracias, Roga-kun —dijo—. Estaría bien que al menos uno de los dos llevase una mochila para guardarlas, también. —Se acercó a Roga, rebuscó en su bolsillo y le tendió un par de billetes y unas monedas—. Toma, compra un par de sandwitches y dos botellas grandes de agua. Yo voy a acercarme a casa a por una mochila grande que tengo. Nos vemos en quince minutos en la puerta de salida de la aldea.
Daruu hizo un amago de saludo con la cabeza y se alejó por una calle en perpendicular, de camino a la Pastelería de Kiroe-chan. Aquellos quince minutos, en los que se aprovisionó con una gran mochila de viaje, fueron los más tranquilos que tuvo en toda la mañana, descontando el minuto y medio que su madre aprovechó para interrogarle y reírse de él diciéndole que si de verdad sería capaz de liderar algo con cara de diablesa.
Un tiempo después, de brazos cruzados y apoyado en el muro del puente, Daruu suspiraba exasperado.