31/03/2019, 13:40
Daigo pareció comprender que el hecho de que Etsu pelease con ese estilo era todo un honor. A decir verdad, lo era. No todos los días se puede ver un estilo de pelea que casi ha caído en el olvido. El estilo del mono borracho, a ojos de muchos era irrespetuoso y un tormento para cualquier otro luchador de un estilo tradicional. Pero al Inuzuka le parecía un estilo espléndido, con una movilidad increíble y una enorme capacidad ofensiva y defensiva. Ni de coña iba a dejar caer ese estilo en el olvido.
El rastas atacó tras una finta, y su oponente cayó quizás en la trampa. El puñetazo se hincó en el estómago del peliverde, y el suyo a punto estuvo de acertar en el rostro de su antagonista, el Inuzuka. Sin embargo, la suerte no le sonrió. Tras el primer impacto, el chico reaccionó a tiempo y se cubrió de la posterior patada, patada con la cuál el de orbes verdes ganó un poco de distancia. Su equilibrio tembló, y su oponente lo tomó quizás como una señal para un nuevo ataque. Fuese como fuese, el puño y la pierna del chico comenzaron a brillar de nuevo en ese característico tono. Sin demora, atacó con una embestida que nada tenía que envidiar a las embestidas del rastas. De hecho, a la misma vez que intentaba golpear gritó el nombre del susodicho golpe; embestida del toro.
«Éste es el momento... usa éste estilo, y el del abuelo. Tienes que hacer un híbrido, tu propio estilo. Ese es el camino de un maestro... ¡AHORA!»
Tal y como le había comentado a Ranko tiempo atrás, se había comprometido consigo mismo a lograr encontrar su estilo propio de lucha. Aunque quizás éste era el principio, creía de todo corazón que era el camino. Debía ponerlo todo sobre la mesa, y tener fe.
¿Le sonreiría hoy la diosa fortuna?
El rastas retrasó de nuevo la pierna diestra, pero en ésta ocasión no atacó. No era una una finta, si no parte de su baile. Dejó atrás su propósito de tirarse al suelo, retomando un poco el equilibrio. No demasiado equilibrio. Pero el suficiente para poder realizar un giro completo con el brazo izquierdo —desde afuera hacia adentro—,y buscando confrontar el golpe directamente. Sin embargo, el mismo giro desviaría por completo el golpe. Con la mera fuerza centrífuga, también despediría a Daigo al menos un par de metros.
—¡¡WAAAAT-TAAAAH!!
¿Acaso ese era el nombre del bloqueo?
No, no lo era, pero quedó realmente de película. De película de artes marciales antiguas. El chico con las mismas había gesticulado con el brazo diestro, acompañando ese pequeño baile. Tras ello, flexionó de golpe un poco las piernas, a la par que estiraba ambas manos hacia el frente. Si, sin duda se había metido en la película.
Akane entre tanto soltó un leve aullido, que claramente denotaba desasosiego. El pobre hasta dio un par de vueltas sobre sí mismo y terminó recostándose sobre la hierba. Incluso se tapó con las zarpas los ojos, avergonzado de la actuación de Etsu.
El Inuzuka por su parte no desaprovecharía la oportunidad que se había brindado, lanzándose de nuevo al ataque. Lejos de realizar un golpe normal, apenas diese un par de pasos en carrera, se lanzaría en un salto sin pies ni cabeza. Su objetivo era claro, o eso parecía. Tomó con su mano izquierda la mano derecha, y elevó el codo de la misma. Rotando en el aire, caería sobre el chico o buscaría darle antes de que éste se reincorporase. No lo hacía con maldad, pero quería ver hasta dónde era capaz de llegar él... bueno, y también Daigo.
El rastas atacó tras una finta, y su oponente cayó quizás en la trampa. El puñetazo se hincó en el estómago del peliverde, y el suyo a punto estuvo de acertar en el rostro de su antagonista, el Inuzuka. Sin embargo, la suerte no le sonrió. Tras el primer impacto, el chico reaccionó a tiempo y se cubrió de la posterior patada, patada con la cuál el de orbes verdes ganó un poco de distancia. Su equilibrio tembló, y su oponente lo tomó quizás como una señal para un nuevo ataque. Fuese como fuese, el puño y la pierna del chico comenzaron a brillar de nuevo en ese característico tono. Sin demora, atacó con una embestida que nada tenía que envidiar a las embestidas del rastas. De hecho, a la misma vez que intentaba golpear gritó el nombre del susodicho golpe; embestida del toro.
«Éste es el momento... usa éste estilo, y el del abuelo. Tienes que hacer un híbrido, tu propio estilo. Ese es el camino de un maestro... ¡AHORA!»
Tal y como le había comentado a Ranko tiempo atrás, se había comprometido consigo mismo a lograr encontrar su estilo propio de lucha. Aunque quizás éste era el principio, creía de todo corazón que era el camino. Debía ponerlo todo sobre la mesa, y tener fe.
¿Le sonreiría hoy la diosa fortuna?
El rastas retrasó de nuevo la pierna diestra, pero en ésta ocasión no atacó. No era una una finta, si no parte de su baile. Dejó atrás su propósito de tirarse al suelo, retomando un poco el equilibrio. No demasiado equilibrio. Pero el suficiente para poder realizar un giro completo con el brazo izquierdo —desde afuera hacia adentro—,y buscando confrontar el golpe directamente. Sin embargo, el mismo giro desviaría por completo el golpe. Con la mera fuerza centrífuga, también despediría a Daigo al menos un par de metros.
—¡¡WAAAAT-TAAAAH!!
¿Acaso ese era el nombre del bloqueo?
No, no lo era, pero quedó realmente de película. De película de artes marciales antiguas. El chico con las mismas había gesticulado con el brazo diestro, acompañando ese pequeño baile. Tras ello, flexionó de golpe un poco las piernas, a la par que estiraba ambas manos hacia el frente. Si, sin duda se había metido en la película.
Akane entre tanto soltó un leve aullido, que claramente denotaba desasosiego. El pobre hasta dio un par de vueltas sobre sí mismo y terminó recostándose sobre la hierba. Incluso se tapó con las zarpas los ojos, avergonzado de la actuación de Etsu.
El Inuzuka por su parte no desaprovecharía la oportunidad que se había brindado, lanzándose de nuevo al ataque. Lejos de realizar un golpe normal, apenas diese un par de pasos en carrera, se lanzaría en un salto sin pies ni cabeza. Su objetivo era claro, o eso parecía. Tomó con su mano izquierda la mano derecha, y elevó el codo de la misma. Rotando en el aire, caería sobre el chico o buscaría darle antes de que éste se reincorporase. No lo hacía con maldad, pero quería ver hasta dónde era capaz de llegar él... bueno, y también Daigo.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~