2/04/2019, 13:03
La lluvia caía suavemente aquél día, dibujando incesantemente pequeños círculos en las aguas de aquél enorme lago. El día había comenzado para los habitantes de Amegakure hacía escasas horas, por lo que los alrededores del lago aún no eran una zona muy poblada de personas que se ocupaban primero en sus quehaceres. Es curioso como, a pesar de la lluvia a la que todos allí ya se familiarizan por lo repetitivo y persistente que era en su día a día, optaban por salir de sus casas y animarse a pasar por el Gran Lago. Sin duda, había que estar aburrido, aunque la otra opción mientras uno no estuviese trabajando en misiones o estudiando, era estar en la ventana, observando pues, a los más tolerantes con la lluvia. Así, Raitaro, algo hastiado por la idea de pasar un minuto más en su casa, decidió salir a la calle.
Raitaro vestía como normalmente cuando hacía mal tiempo, y es que, aunque no estuviesen en uno de esos meses en los que hicieran falta ese tipo de prendas, una capucha era la principal aliada de cualquier persona que allí vivía soportando la lluvia casi perpetua. Sus pantalones de camuflaje sí estaban algo más mojados, pero en fin... ¿Ropa mojada en el País de las Tormentas? Suena a rutina. Además, tampoco había mucho más que hacer. Raitaro se dirigió entonces al lago, donde pensaba que no habría un alma, solo como parte de un paseo por la aldea que daría pocas veces a lo largo de los dos años que llevaba viviendo en Amegakure. Pero, como si se encontrase con una especie de artista callejero que pedía limosna, se quedó mirando cómo un chaval con algo menos de edad que él, entonaba una canción con tal confianza y seguridad, que cantase bien o mal, daba la sensación de ser toda una estrella musical.
No dijo absolutamente nada, simplemente, durante un momento, se quedó mirando al extraño cantante. Escuchó su canción, buscando algún tipo de referencia que entendiera, aunque resultaría ser algún tipo de metáfora propia que no tenía por qué entenderla nadie. Entonces, cuando simplemente se propuso con seguir su camino, vió a otra persona aproximarse al extraño individuo. Raitaro, por un momento, sintió que esa podía ser la oportunidad de conocer a otros miembros de la aldea, pues entre las cosas del cantante y en la cabeza del segundo sujeto presente, pudo ver el símbolo de la aldea grabado en una pieza metálica, fija a una cinta de tela gruesa... En fin, un protector. Raitaro se paró, al oír que ambos conversaban, y con la esperanza de poder encontrar alguien que le pudiese servir para inspirarse en sus primeros pasos dentro del mundo ninja, se quedó cerca, esperando ver la reacción del cantante. Al fin y al cabo, un tipo que canta en medio de la lluvia en pleno lago donde tan sólo hay dos personas... En fin, seguramente estaba tratando de llamar su atención.
Raitaro vestía como normalmente cuando hacía mal tiempo, y es que, aunque no estuviesen en uno de esos meses en los que hicieran falta ese tipo de prendas, una capucha era la principal aliada de cualquier persona que allí vivía soportando la lluvia casi perpetua. Sus pantalones de camuflaje sí estaban algo más mojados, pero en fin... ¿Ropa mojada en el País de las Tormentas? Suena a rutina. Además, tampoco había mucho más que hacer. Raitaro se dirigió entonces al lago, donde pensaba que no habría un alma, solo como parte de un paseo por la aldea que daría pocas veces a lo largo de los dos años que llevaba viviendo en Amegakure. Pero, como si se encontrase con una especie de artista callejero que pedía limosna, se quedó mirando cómo un chaval con algo menos de edad que él, entonaba una canción con tal confianza y seguridad, que cantase bien o mal, daba la sensación de ser toda una estrella musical.
No dijo absolutamente nada, simplemente, durante un momento, se quedó mirando al extraño cantante. Escuchó su canción, buscando algún tipo de referencia que entendiera, aunque resultaría ser algún tipo de metáfora propia que no tenía por qué entenderla nadie. Entonces, cuando simplemente se propuso con seguir su camino, vió a otra persona aproximarse al extraño individuo. Raitaro, por un momento, sintió que esa podía ser la oportunidad de conocer a otros miembros de la aldea, pues entre las cosas del cantante y en la cabeza del segundo sujeto presente, pudo ver el símbolo de la aldea grabado en una pieza metálica, fija a una cinta de tela gruesa... En fin, un protector. Raitaro se paró, al oír que ambos conversaban, y con la esperanza de poder encontrar alguien que le pudiese servir para inspirarse en sus primeros pasos dentro del mundo ninja, se quedó cerca, esperando ver la reacción del cantante. Al fin y al cabo, un tipo que canta en medio de la lluvia en pleno lago donde tan sólo hay dos personas... En fin, seguramente estaba tratando de llamar su atención.